Estoy con "Los dioses increíbles", -uno de los 24 libros de Luis Pancorbo que me quedan por leer-, y a veces levanto los ojos y lucubro en "antropólogo". No es que esto que voy a enunciar lo diga él, en este libro, al menos, pero hay lecturas sugerentes y yo,a veces, me convierto en un lector "sugerido".
Considero que cualquier religión básica, primitiva, fue creada por unos manipuladores (los llamaré el jefe y el hechicero) que tuvieron una credulidad por debajo de la media de la tribu, o lo que es lo mismo, algo de incredulidad sobresaliente que les hizo ser capaces de especular sobre la gobernación de poderes sobrenaturales de predicción, de explicación, de atenuación de esos fenómenos que nadie entendía bien: el clima, la enfermedad, la muerte, el futuro..., por los que los hombres siempre hemos estado preocupados.
Supongo que en las prehistorias ha habido cientos de jefes o hechiceros autoproclamados dioses o dominadores de la incertidumbre, pero -obviamente- ninguno pervivió. Para que una religión prospere más de una generación, el dios que se instituya ha de ser un elemento permanente: el mar, el sol, una especie animal o vegetal, o mejor: un poder totalmente nebuloso e inconcreto, que es lo que mejor resultado da.
Pero volvamos al jefe y al hechicero. Son dos o más personas que se compinchan para ser intermediarios, para elaborar explicaciones y profecías que se cumplen, o para retocar u oscurecer los resultados y hacer ver que aproximadamente se han cumplido, para emplazar a otros nuevos, para advertir... Entreverado con estas referencias promulgan normas o mandamientos por las que van a controlar a la sociedad. Ahí está el objetivo práctico; que no siempre es malo o egoísta, es más, no debe ni suele serlo, porque para que funcionen las normas han de ser racionales y, sobre todo, han de acomodarse a las características de la sociedad, a ser posible como un guante pero, en ningún caso, violentar o hacer muy difícil el cumplimiento de los feligreses. Por ejemplo el Ramadán suele caer en el más inclemente verano, y esto es una manera de restringir los movimientos y así velar por la salud de los fieles musulmanes. Luego juega el autoconvencimiento: a pesar de ser un sacrificio se lo toman como una fiesta, como los costaleros de la Semana Santa en Sevilla, que se ponen tan tristes cuando llueve y no se castigan la espalda. La misma prohibición de comer carne de cerdo o jabalí que comparten árabes y judíos, tiene que ver con los problemas sanitarios que causarían estos animales en aquellos climas. Lo mismo sucede a los musulmanes con el alcohol, que es un líquido que podría servir para saciar la sed. Si uno viene del desierto puede necesitar reponer un litro de líquido y si encuentra vino almacenado seguramente por pura sed, abusará de él. (no es nada contra la planta, pues sí se les permite almacenar vinagre).
He pensado sobre la terrible irracionalidad que implican los sacrificios humanos, por ejemplo, para hacer fértil a la tierra mediante o para aplacar un temporal o una sequía, etc. Los más famosos se atribuyen a los aztecas, pero hay decenas de religiones que practicaron sacrificios humanos.
Dentro de la brutalidad "antigua" no hay mucho problema en sacrificar enemigos de otra tribu. Pero, al parecer, también se han dado dentro de la misma tribu: ningún problema si es a delincuentes, entonces sería "derecho penal". La cuestión es no hay una conducta punible de por medio.
En la Biblia, (que responde a una religión ya más elaborada a través de siglos: jefes y hechiceros instituyeron una manera de proveer los puestos, de seleccionar aprendices, perfilar ceremonias, codificar y apostillar normas) se marca la discontinuidad con el sacrificio trasladándolo del ordenado a Abraham de su hijo Isacc, a un cordero. Seguramente esto marca el camino. Los animales se convierten en sucedáneos del genuino sacrificio.
Pero considerando que ya éramos homo sapiens, es muy aberrante para la razón humana que alguien, en algún momento de la vida, haya consentido pacíficamente que le sacrificaran a su hijo o hija más fuerte, guapo, trabajador y obediente. Y por fin escribo mi pensamiento "original" de hoy, que no lo es todo pues está influido por Esparta y su contrastada costumbre de tirar niños "débiles" por el monte Taigeto.
Se me ha ocurrido que esos sacrificios han de haberse ejecutado en los más débiles (no en la doncella más hermosa, como resulta más estético de pensar)
Además, si un dios omnipotente existiera y fuera bueno ¿podría explicarse que condenara a un inocente a sufrir el síndrome de Down o una parálisis cerebral?
Nadie quiere que le "toque" un hijo así. Sostengo que eso es un mecanismo para "liberar" a la sociedad y a las familias de esos "errores de dios". Incluso una manera de devolverle la faena. Es inhumano, ya lo sé; incluso me da dentera escribir sobre esto. Hitler hizo lo mismo (sin parafernalia) y la sociedad parece que lo toleraba. Creo yo que otras culturas más antiguas, aprovechando la circunstancia religiosa que se considere propicia, sacrificaron con preferencia o con exclusividad a esta pobre gente.
Lo otro es demasiado sacrificio.
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