Hace un par de meses dijeron que se
empezaba a aprobar la tasa sobre movimiento de capitales especulatorios. Los
estados reaccionan, no sé si por convicción o por apreturas recaudatorias. En
cualquier caso, es una medida excelente, porque la especulación es lo más
antisocial que existe: busca la
perversión del libre mercado (ya sé que esto del libre mercado siempre ha sido
un mito platónico) y beneficia a sus actores en perjuicio de los que no la
practicamos (la mayoría de los habitantes del mundo). Tampoco quiero hacerme
ilusiones: en España decimos “quien hizo la ley, hizo la trampa” y los
especuladores seguirán encontrando trampas para su realimentar su usura.
Hace un par de meses también oí que, gracias
a la crisis, España ha reducido sus emisiones de CO2, de manera que estamos a
punto de cumplir el protocolo de Kyoto: Es otro principio de esperanza. También
es reciente la noticia de que en Italia, el año pasado, se vendieron más
bicicletas que coches.
Ayer asistí a la reunión de padres con
profesores y con el tutor de mi hija. Me sorprendió el énfasis de súplica con
el que la directora nos pidió que cuidáramos los libros de nuestros hijos para
que el año que viene los pudiéramos ceder al centro educativo a fin de que
ellos puedan prestárselos a familias necesitadas. Pintó un panorama muy grave,
el de las familias a las que el Instituto hace por paliar evitándoles el
gravísimo esfuerzo de comprar los libros.
Tengo que decir que la mayoría de las
familias españolas que procrean en mi
generación tienen dos hijos, siendo muchísimo más abundante quedarse con uno
sólo que buscar un tercero. Por lo tanto no se dan las apreturas familiares de
otras épocas y nuestros hijos hasta ahora han disfrutado de muchas cosas que da
el dinero abundante que corría. Una de ellas era estrenar libros. Estos libros
estrenados están diseñados por las editoriales para que los niños escriban en
ellos, neutralizando en gran medida su reutilización. Terminaban acumulándose
como recuerdo y, años más tarde, en una
limpieza general buscando espacio en la casa, se iban a morir al contenedor de
reciclaje de papel.
Este año no. Instituciones como Cáritas,
Asociaciones de vecinos, hospitales, tiendas particulares que compraban y
vendían libros de segunda mano y, con mayor motivo y desesperación, también los
propios centros educativos están buscando libros que reciclar. Es el principio
de la salvación del mundo: compartir y no destruir naturaleza para crear y
desaprovechar libros.
Supongo que las editoriales y las librerías
habrán notado este año el bajón desesperado de la demanda. Esto provoca más
crisis en esos sectores económicos, pero no podemos seguir jodiendo, de aquella
mala manera, al mundo en su beneficio.
De cualquier modo, el gobierno español pronto
fastidiará este invento solidario de la sociedad: han preparado una (otra)
reforma educativa que, el primer año romperá esta útil cadena de racionalidad.
Pero la semilla está sembrada y se
consolidará. La crisis, lamentablemente, va para muchos años. Esperemos no
olvidar sus enseñanzas.
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