“Si llamas a la Radio, seguro que te
entrevistan” me dijo la carnicera de mi barrio cuando le comenté que me había
salido trabajo. Soy la única persona que conozco que lo haya encontrado desde
que manda Rajoy, frente a tanta gente que lo ha perdido (en Béjar una fábrica
de paneles solares de 45 obreros, varias tiendas y el “Español” la cafetería de
más tronío de Béjar, que tenía tres o cuatro camareros).
Mi contranoticia es que desde hace dos
semanas estoy en proceso de acoplamiento
a una nueva ocupación en el Juzgado de primera instancia nº 2 de Salamanca, que
no me resulta fácil. Estoy trabajando con intensidad. Necesito acaparar destrezas para enfrentarme a leyes
recientes, con las que casi no había trabajado y un programa informático que,
como cualquier otro, al principio hace perder más tiempo en aprenderlo que el
que se perdería haciendo las cosas a mano. Para alcanzar su rentabilidad
necesita con voracidad ensayos y errores.
Es por eso que mi lectura de estos días es
esta ley. Hasta que no me desenrede no volveré a leer a pata suelta, aunque ya
sólo será por las tardes.
Actualmente me levanto a las 5,45 para tomar el autobús de las 6,15 y vuelvo a
casa sin comer a las 16,45 si las cosas me han ido bien.
El final de mi libro se aplaza, si no estaba
bien aplazado ya.
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