Hace unas semanas Elvira Lindo contó, en Radio Nacional, la anécdota de un motorista accidentado en Estados Unidos que suplicaba “¡por favor, no me lleven al hospital, que me arruinan la vida!”.
Aquí no sería necesario que la sanidad cueste a los usuarios lo que cuesta a la Administración. Aunque sólo sea la mitad, se darían cientos de casos como éste y otros no tan sangrantes, pero igual de efectivos contra el déficit del sistema.
La economía de la Seguridad Social y del Estado se sanearían. No es sólo lo que se ingresaría, que sería un dineral; la gente volvería a guardar el dinero por si fuera necesario para una operación, como se hacía antes. (No olvidemos que en estos momentos es necesario ahorrar para comprar Deuda Pública y también para depositar en a los bancos que tienen demasiado dinero colocado en bombas de efecto retardado que son muchos pisos que la gente no podrá pagar).
Volviendo al coste de la atención médica: por el camino moriríamos darwinisticamente un montón de personas (la mayoría, un lastre económico y social). Muchos no usaríamos la sanidad hasta que no nos viéramos con el agua al cuello; y eso sucedería, casi siempre, demasiado tarde.
Miles de pensionistas, mi padre entre ellos, siguen y seguirán cobrando su pensión y originando gastos en revisiones y medicinas gratuitas, gracias a que en su día la benéfica sanidad pública les detectó un cáncer y recibieron las quimioterapias y radioterapias necesarias para superarlo. Mi padre es ahorrador, así que hubiera podido pagar esas atenciones, pero mucha gente no podría y morirían dejando de cobrar pensiones y gastos múltiples en sanidad.
Porque el triunfo de la sanidad pública es el cáncer de su ruina. Todo lo que se progresa en prevención y en salvación, cada nuevo descubrimiento -de esos que son la única buena noticia que dan las radios-, multiplica los gastos presentes y futuros, y es, o será a muy corto plazo, insostenible.
El hombre es un animal con “obsolescencia programada”(1) y eso económicamente es lo que hacía viable a la Seguridad Social del Siglo XX. Con tanto avance médico, tanta prevención tantos análisis correctores, tanto dejar de fumar y las grasas, tanto pescadito a la plancha y paseito mañanero, nos acercamos al cataclismo colectivo.
Yo mismo, de no haber tenido conjuntivitis o en el caso de que me hubiera costado 50 euros el análisis que detectó mis triglicéridos, (soy muy tacaño y no hubiera visto necesario tanto gasto) pesaría actualmente 6 kilos más de los que peso, y mi páncreas seguiría sufriendo y dañándose por ese desequilibrio entre los ingresos y gastos de grasa, demanera que poco a poco, hubiera muerto prematuramente. El sistema se hubiera beneficiado. Un parado menos a cobrar.
(1) se habla de obsolescencia programada de los bienes duraderos, como la crisis que sufren al cabo de un tiempo los aparatos para que no se puedan arreglar y necesitemos comprarnos otros. Estas deficiencias en los materiales o en los mecanismos que la industria podría evitar y no evita, hace que sigan existiendo industrias y tiendas de electrodomésticos, coches etc.
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