miércoles, 8 de junio de 2011

Víctimas de la Guerra Civil: Isidoro Rey

Historia de la familia de Isidoro Rey “Pijeta” fallecido en 2009.

Muchas familias son marcadas por el carisma del primogénito. La virtud del hijo mayor de Virgilio Rey Yestera, era la fortaleza física. Cuentan de él en Villarejo del Valle hazañas hercúleas como mover enormes piedras o levantar costales con una mano, que motivaron que a este muchacho recién regresado de Francia se le conociera como “brazohierro”
Máximo Rey “el Francés” “el boxeador” o “brazohierro”, había hecho sus combates de boxeo en Francia todos ganados por K.O. de manera que ya tenía un “patrón” (así me ha dicho su hermano Isidoro que se llamaba su representante, y me gusta más que “manager”) que quería encauzarle en esa profesión.
Precisamente fueron los temores de la madre hacia las consecuencias de este deporte y el pretexto de recibir una pequeña herencia hicieron que  los Rey retornaran de Francia a Villarejo para alejar a su hijo mayor de este deporte tan brutal, sin sospechar que escaparon hacia algo mucho menos saludable que el boxeo: la guerra. Pero es que también, el pequeño,  Isidoro, se estaba aficionando a eso de dar puñetazos en el ring. Como a todos los retornados del extranjero, las estructuras sociales del Valle y de España en general les resultaban caducas, depositaron sus esperanzas en la República como instrumento político para superarlas. Así Virgilio Rey, el padre de los hermanos boxeadores, entró a formar parte de la gestora nombrada en Villarejo por el Frente Popular en mazo de 1936.
 Una vez que llegaron las armas de Madrid en defensa de la República,  “Brazohierro” fue a luchar al Puerto del Pico. Allí le recuerda como “el boxeador”, Valentín González, de San Esteban del Valle. Su hermano Isidoro, siempre empecinado en seguir los pasos del hermano mayor, se escapó de Villarejo al puerto para luchar "contra los fascistas", pero no le dejaron empuñar un fusil porque sólo tenía 16 años, y además no había armas para todos. Isidoro recuerda al líder de las milicias del Puerto del Pico: Quintín, un Guardia de Asalto que estaba casado con una mujer de la villa de Mombeltrán.
La caballería de Monasterio dio hacia el 4 de septiembre, el empujón necesario para desmoralizar a los milicianos y junto con muchos otros de Villarejo del Valle, el joven Isidoro huyó a Arenas de San Pedro, la cabecera de comarca, que fue tomada casi al unísono por las fuerzas de Monasterio y las africanas de Yagüe, produciéndose el encuentro de los ejércitos nacionales del Norte y del Sur. Allí quedaron embolsados algunos republicanos que no quisieron o no pudieron retirarse hacia Madrid para continuar su lucha. Brazohierro se salvó por este camino y siguió peleando.

Tomada Arenas de San Pedro, habían comenzado los fusilamientos masivos en la zona. El mozalbete Isidoro presenció una escena que recordó vivamente para mí:
Se encontraba en la Posada del Sordo, que estaba en la Plaza de las Monjas. Allí estaba el famoso asesino “Quinientos uno” (1) y  cerca había varias mujeres llorando y gritando desconsoladas por interceder o por saber el destino de sus maridos o hijos. Salió “Quinientos Uno” y preguntó por alguien de Villarejo, que se les había escapado. Era el “Deme”. Sucedía que entre los 38 hombres que fusilaron ese día en la cuesta de la Parra, uno se le quedó vivo y pasó un carretero y le recogió y dio cuenta para que fueran a buscarlo. Hacia allí se dirigían los fusileros de “quinientos uno” pero en esos momentos apareció una unidad de las fuerzas de Monasterio y hubo una confusión y dispararon al grupo de 501 y esa aprovechó el Deme para escapar.
Volvía Isidoro con otros de su pueblo por la peligrosa cuesta de la Parra donde tantos fusilamientos se hicieron (2)  y fueron detenidos por otros soldados que les dieron el alto.
-Estos muchachos son rojos que al ver nuestras fuerzas, se han escapado para Arenas y ahora quieren volver a su pueblo.
Discutían sobre si fusilarlos o no. Isidoro pensó que de esa no salía.
Afortunadamente algún militar recordó que los frailes del convento de San Pedro de Arenas, primero habían sido escondidos en Villarejo y después fueron pasados por gentes de Villarejo al "otro lado" por senderos de en medio de la Sierra que sólo los villarejeros conocían bien.
Ese detalle les salvó.
-¡Venga, seguir pa vuestro pueblo!.

Isidoro Rey, el joven a quien a sus 16 años en el 36 no dejaron marcharse con los republicanos, los nacionales le obligan a entrar en guerra luchando para ellos.
Con el uniforme nacional acaba la guerra en Madrid. Siempre tuvo presente que su hermano se fue con los republicanos y confiando en que estuviera vivo, buscando se entera de que está en una cárcel de Alcalá de Henares. Isidoro no tenía ni una perra chica. Y se montó en un tren de mercancías, me dice que tardó tres horas en llegar a Alcalá. Allí pregunta por la cárcel. Un hombre con dos muletas (parece que le estoy viendo) le indica, pero al llegar a ese sitio le dicen que eso es una cárcel de mujeres. Es por ese motivo que anocheciendo ya, llega a la prisión donde está su hermano, que al parecer era una donde tenían sólo a oficiales.
Ha llegado tarde y le dicen que ya no se podía entrar, que ya no eran horas. ¿Y qué hago yo, que no tengo dinero?
-Pues si quieres, puedes quedarte a dormir aquí en el cuerpo de guardia de la cárcel. Y allí compartieron la cena con él y durmió, acomodándose entre ellos en esa pequeña dependencia.
Son actitudes de otros tiempos. Hoy sabemos que eso no sucedería. Nadie, de nuestros coetáneos españoles, lo ha pasado tan mal como aquella generación. Hoy tenemos demasiados miramientos higiénicos, de intimidad, de autosuficiencia, pero la gente de la guerra  estaba acostumbrada a dormir al raso, a compartir el calor humano, sus pedos y sus miedos, sus despertares angustiados, Una solidaridad en la desgracia que nosotros sólo podemos intentar comprender.

A la mañana siguiente los presos salían a cagar.
Fue a buscar a su hermano, pasó en un grupo y cómo estaría de delgado y demacrado que no le acertó a ver. Pregunto un preso ¿no está aquí Máximo Rey? Y le señaló. Entonces los dos hermanos se vieron y se abrazaron “de manera que no he abrazado a nadie en mi vida, ni antes ni después”
-¿Qué te han hecho Máximo?
-“Me pegan palizas, Isidoro, pero me tienen que atar. Te juro que si no me ataran no eran capaces ni de arrimarse a mí”.
Allí preso, estaba uno de Navarrevisca apellidado Matamoros, que había sido comisario político y le tenían incomunicado. Estaba preocupado porque su familia no sabía de él y le dio una carta a Isidoro para que la echara al correo. Menos mal que no se les ocurrió cachearme, si no de allí no salgo, me la jugué por hacer un favor. Luego lo he pensao. Esas cosas sólo se hacen en la guerra, jugártela por nada.
Y al regresar a Madrid cuanto tuvo dinero, puso un sello y la echó a un buzón.

Isidoro Rey, que todavía tenía que cumplir el servicio militar después de haber hecho gran parte de la guerra, se negó a pegar a ningún preso.
Pero tuvo que fusilar. Fue en Cuenca. No salían voluntarios.
Recuerda que en un grupo venía al paredón una mujer apoyada en su muleta, y se la tiró al pelotón, aunque no llegó a alcanzarles
- “¡tomad! para los fascistas inválidos” “tengo un hijo en Méjico que me vengará”
Isidoro me jura que siempre apuntó por encima de la cabeza de los condenados.





(1) este hombre, apellidado Vadillo, natural de Poyales del Hoyo era el matarife oficial de la zona de Arenas, Poyales y Candeleda. Le imputaban (o se autoimputaba) haber fusilado a 501 rojos, lo cual era una cifra exageradísima. Este hombre, pequeño de estatura, es un mito cuya arbitraria brutalidad le llevó incluso a ser encarcelado, un pequeño periodo de tiempo, por los nacionales.
(2) fusilaron, que yo sepa, a tres hombres de Cuevas del Valle

4 comentarios:

  1. Fantástico, Juan. Da gusto leerlo. Ya sabes por experiencia que estando en el asunto cualquier cosa se relaciona y se entiende. Un saludo. Santos

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  2. soy nieto de Isidoro y me gustaría contactar con Juan De La Cruz

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  3. escribe aquí tu correo y te escribiré. Tengo una hora de grabación y un par de fotos más.
    Soy Juan de la Cruz.

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  4. Soy amigo de los nietos de Isidoro y un día junto con otro amigo hablando con él en Villarejo nos contaba historias de su hermano "Brazohierro" y de la guerra.
    Le dijimos, nosotros también somos rojos e Isidoro paró de hablar, nos miró a los dos a quienes conocía anteriormente y nos dijo negándonos con el dedo "no, vosotros no sois rojos, no sabéis lo que es eso".
    No le faltaba razón.

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