jueves, 26 de mayo de 2011

ALGO HUELE A PODRIDO EN ...

Conozco muy bien un pueblo dividido entre los que aman a su personalísimo alcalde y los que le odian. Este hombre no tiene ideología ni equipo, y su único logro es permanecer a pesar de que  sus convecinos se hunden, poco a poco, en la miseria económica y moral.
El pasado domingo fueron las elecciones y este alcalde acaba de revalidarse por cuatro años.
Conoce muy bien a los habitantes de su pueblo: sabe que cuenta con los votos de sus partidarios (incondicionales tiene -unos pocos le aman- pero la mayoría le prefiere por odio a lo que representan sus adversarios políticos) y los que no terminan de serlo los afianza con contratos para obras, jardinerías, o limpiezas municipales.

El nivel del pueblo es bajo (en lo económico, en lo social, en lo cultural...) y muchas familias saben que alguno de sus miembros puede vivir unos meses si les cae algo del providencial alcalde. Además, si juntan varios contratos, cobrarán otros subsidios.
Ciertamente este alcalde consigue trabajos: su campechanía y sus contactos en instancias más altas hacen que se le provea de dineros o programas para surtir a esos conciudadanos que interesa afianzar.
Y lo aprovecha con utilidad, calcula el reparto de estos recursos y compra en el mercado  mostrencos que necesita para permanecer.
Es un paradigma del caciquismo contemporáneo. Abunda en los pobres pueblos del sur.
Además, es un truco viejo, antes el cacique compraba con su propio dinero, o tenía en sus manos a la gente con préstamos usurarios.
 Lo definió magistralmente Azaña en su discurso llamado “El Problema Español”
“no es a los corruptores a quienes hay que dirigirse sino a los infelices corrompidos, a aquellos que cuando reciben un puñado de pesetas por su voto, creen haber realizado una hombrada y aún se quedan riendo del comprador al que juzgan haber engañado. Y no son más que unos necios, víctimas de su ignorancia, porque al enemigo más cruel le entregan la única arma que tienen para defenderse
Hoy día se compran muchos votos con dinero público. Es una perversión del estado social de derecho, sigamos leyendo a Azaña:
“ni al pueblo ni a nadie, hay que darle pedazos de pan así como de limosna, sino organizar las sociedad sobre bases justas que permitan que ese pedazo de pan se lo gane él mismo”


OTROSÍ DIGO. También pueden conseguirse votos en el mercado libre, parece que a nuestro hombre no le salían las cuentas de lo adquirido en el mercado local y se buscó una ayuda empadronando ciudadanos sin escrúpulos que sólo vinieron dos veces al pueblo: una a rellenar los papeles del padrón (hace seis meses, como marca la ley) y el pasado domingo a votarle. Es difícil de creer que lo hicieran gratuitamente.
Si, como es previsible, se les paga; ese dinero invertido ¿quién lo pone y cómo recuperará su inversión?

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