Los españoles no queremos trabajar: todos los de mi edad pensamos en la jubilación, en que otros nos sirvan y seamos libres para disfrutar; mientras tanto, metemos a nuestros mayores en residencias o viene una sudamericana a cuidárnoslos en casa.
Ahora hay un gran problema de camareros: gente que nos sirva la comida pronto y con amabilidad, a nosotros y a los extranjeros de quiénes vivimos.
Pero en España tenemos mucho menos de medio hijo y no le vamos ni se va a dedicar a servir, mientras podamos evitarlo. Hace muchos años había gente pa tó, para curas, monjas, soldados, criados, braceros, botones, y mil etcéteras; ahora no hay gente pa ná.
Las iglesias no se cierran del todo de milagro; porque vienen curas negros y sudacas. Los conventos que están abiertos tienen más porcentaje de extranjeras en plantilla que el Atlético de Madrid, pero eso no es tan importante: ¿Quién recoge nuestras naranjas, aceitunas, fresas, peras...?
Los españoles no servimos pa ná, pero ahora hay una guerra en Europa; los ucranianos, que tenían coches parecidos a los nuestros, como a nuestra ropa, como a nuestros centros comerciales, ahora tienen que luchar todos para sobrevivir como país.
Los españoles de mi generación luchaban contra la mili. Algunos lo arreglaban mentalmente con paz y amor, otros con el ejército profesional en el que estuvieran los pobres, pero hace tiempo supe que en el ejército profesional hay muchos sudamericanos; lo hemos subcontratado, se paga a unos servidores para que nos hagan el servicio.
Y si nos invaden ¿quién luchará?
El 12 de noviembre de 1912 asesinaron al presidente del gobierno español de entonces en la mismísima Puerta del Sol de Madrid. Se llamó José Canalejas y su ley más famosa obligó a todos a prestar el servicio militar. Antes de ella los ricos podían librarse pagando dinero para que otros lo hicieran por ellos. Brotaban muchos niños por mujer entonces. ¿Pero... hoy?
No, a nosotros no, a nosotros nos defenderán. Para eso estamos en la OTAN ¿no? Pues no, debemos que ir a Letonia y al Líbano y a Mali, y mientras cumplamos nuestros compromisos militares nos defenderán. Pero tenemos que poner encima de la mesa mucho dinero y parte de nuestra descendencia, porque el mundo no se defiende con jubilados, teletrabajos, y, de momento tampoco, con "paz y amor".
Porque aunque mi generación se empiece a jubilar la historia no se ha acabado. Ya iremos viendo.
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