Compruebo que muchos españoles no quieren respirar bien ni tampoco dar la cara. Que no se quieren quitar la mascarilla. Es como el motín de Esquilache pero pacífico. Todos hemos envejecido más de un año y pico que llevamos con esta peste. Seguramente el cuidado de los dientes se ha minimizado, pero fuera de tonterías opino que la mayoría de los españoles son unos caguetas.
Como decía la canción de Jarcha
pero yo solo he visto gente muy obediente hasta en la cama
Nos dieron libertad pero nos recomendaron que siguiéramos con ella por si acaso.
Así son muchos sin taparse la nariz pero siguen haciendo penitencia. No basta el que muchos estemos vacunados con las dos pautas y las tres semanas de propina, ni que nos digan que el bicho no sobrevive a los rayos ultravioleta, ni los metros que rodeamos los que no llevamos mascarilla.
Supongo que nadie se acuerda de cuando regaban las calles con lejía, ni cuando todos nos teníamos que poner guantes en los supermercados o untarnos con el gel hidroalcohólico delante de un segurata supervisor..
En mi casa lavamos y reutilizamos las mascarillas hasta que se hacen bolitas, o hasta que se rompe la goma: esa ha sido mi protección obligatoria en estos tiempos y aquí estoy, sin haber contraído la enfermedad. En los tendales de Béjar se ven mascarillas, así que no soy el único ni mucho menos que ha hecho esto; pobre planeta, si todos gastáramos una mascarilla cada cuatro horas.
Pero lo más curioso de los españoles es que andando por la calle donde hay muchos metros de margen para que el bicho no aborde van enmascarados, pero en las terrazas, donde los metros y medio, ni siquiera los metros, o incluso los medios metros, no abundan están alegremente consumiendo sin taparse casi ninguno la mayoría de los momentos en los que están sin beber.
Bueno que conste, respeto la opción de los enmascarados callejeros, siempre que no me obliguen, como algunos están pidiendo, a enmascararme otra vez.
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