Desde hace 16 años tengo la suerte de vivir en medio del campo. Veo por donde se pone el sol, que llega a su generosa extrema derecha en junio y poco a poco retrocede hasta llegar a su cicatera extrema izquierda en diciembre.
Ya sé que la navidad antropológicamente no es más que el renacimiento del sol, que empieza a dejar de descontar minutos para, a la vez, comenzar a regalarlos. Esa es la alegría que este ateo disfruta todos los años. En mi pueblo dicen " ya se van conociendo las tardes".
Al durar menos la noche dura menos el frío y más el calor del sol, las temperaturas empiezan a subir y a permanecer. La hierba toma color, aún es tiempo de podar, pero no hay que descuidarse.
Este año plantaré unos kiwis en mi huerto, pero ahora es imposible cavar porque el suelo está helado.
Seguimos helados en España, la ilusión de las primeras vacunas se apaga; no cambia el rictus de la gente; además se habla de una tercera ola. Uno piensa que después de todo lo que hemos aguantado hay que permanecer unos cuantos meses más sin que el bicho nos toque, solo por lo estúpido que parecería dejarse pillar ahora...
Espero hacia la luz y a la vida el milagro de la primavera. Volver a ver las sonrisas, los gestos, las caras, la distensión (esa palabra de la que se hablaba en la Guerra Fría).
Seamos optimistas, las ETA, IRAs, las Brigadas Rojas, las Baader Meinhoff, acabaron, parece que al Qaeda, no da tanto miedo como antes, ni el Daesh, ni siquiera el SIDA, el efecto 2000 en los ordenadores. hemos superado el pánico nuclear, hace décadas que enterramos la viruela... quiero creer que dentro de un semestre empezaremos a respirar a pleno pulmón, la alegría inundará las calles, aunque estemos a punto de llegar otra vez al otoño.
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