No pienso leer nada de él hoy. Creo que habré perdido decenas de horas viendo partidos de fútbol en los que él jugaba. También estoy seguro, a modo de consuelo de tontos, que habrá millones de personas que hayan perdido mil veces más tiempo que yo en contemplar y leer artículos sobre el "astro" argentino.
Muere engendrando malos ejemplos. Ayer un montón de jóvenes se reunieron en el centro de Buenos Aires, supongo que en otras ciudades argentinas y en Nápoles, por no ser menos, habrán hecho manifestaciones parecidas, para mostrar su amor y disgusto: las mascarillas brillaban por su ausencia o descolocación.
Y los medios de comunicación cantando la desmesura. Abonando mitología. Menos mal que a mí no me lee casi nadie, porque habrá seguidores que hoy me matarían.
El gobierno argentino le concede un palacio del gobierno, supongo que será la Casa Rosada para "capilla ardiente". Esperan un millón de personas. Justo lo que hace más falta ahora, juntar gente. Aunque cumplan las medidas de distancia, morirán de amor cientos de personas o miles. Será una orgullosa locura de amor. Lo que quedaba de Maradona era un gordo desarbolado, un prodigio de la naturaleza y de la medicina que haya aguantado tanto entre los vivos mostrando un tozudo bagaje de pésimos ejemplos, infinitamente mayores que sus goles o pases.
Alguien que vivió por encima de sus posibilidades que, gracias a la religión del fútbol fueron, pero la secta de Maradona sobreinfló de todo menos de cordura, humildad, trabajo bien hecho, constancia.
Un machote que murió el día señalado de las mujeres asesinadas.
Por mi parte voy a intentar dejar de comprar y comer chocolate del que engorda, siguiendo su contraejemplo de gordura. A ver si tengo suerte y se me aparece su imagen cada vez que haya una tentación.
El nacionalpopulismo argentino se regocijará hipertrofiado con este ejemplo de chulería racial. Amor por encima de la razón, para siempre tatuado.
Dio mucho trabajo a los tatuadores, y seguirá dando.
Solo tenía cuatro años más que yo.
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