En particular, todos nuestros conciudadanos se abstuvieron, en seguida incluso en público, de la costumbre que hubieran podido adquirir de calcular la duración de su separación. ¿Por qué? Porque cuando los mas pesimistas la habían fijado, por ejemplo en seis meses, cuando habían agotado de antemano toda la amargura de esos meses que faltaban, sacando ánimos para soportar esta prueba, izado sus últimas fuerzas para permanecer sin desfallecimiento a la altura de este sufrimiento estirado sobre una tan larga serie de días, entonces, a veces, un amigo que se encuentra, una opinión de periódico, una sospecha fugitiva o una brusca clarividencia, les volvía a la idea de que, después de todo, no había razón para que la enfermedad no durase más de seis meses y acaso un año o más aún.
En este momento de desplome del valor, de la voluntad y de la paciencia era tan brusco que parecía que ya no podrían remontarse nunca desde el hoyo. En consecuencia, se constriñeron a no pensar más en el término de su liberación, a no volverse hacia el futuro y a mantener siempre, por así decirlo, los ojos bajos. Pero, naturalmente, esa prudencia, esa manera de engañar astutamente al dolor, de cerrar la guardia para rehusar el combate, eran mal recompensados.
Albert Camus La Peste Ed. Seix Barral. traducción de Federico Carlos Sainz de Robles
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