Defiendo sin alharacas que Franco no debe estar en ese monumento del Valle de los Caídos, porque su permanencia allí significa glorificar la horrible Guerra Civil. Hay que extraerle de ese sitio y esto ha de hacerse sin urgencia, sin aspavientos, sin intención de humillar, ni tampoco de sacar pecho, ni como un gallito ni para que alguien te ponga una medalla. Es natural que si ese lugar fue para recoger a los que perdieron la vida en la guerra civil española, no esté allí el único que la ganó.
Pero en cuarenta y tres años, que yo sepa, nunca se había atentado contra su lápida. Hace unos meses, sin duda, al calor de toda esa polémica, alguien la manchó con pintura roja. Eso no está bien. Ateayer alguien de signo contrario ha entrado en el cementerio civil de Madrid y ha manchado con pintura blanca la lápida de la Pasionaria, y también la del fundador del PSOE, Pablo Iglesias, que están al lado una de otra a la puerta de dicho cementerio. (A este cementerio sí fui, por curiosidad, y con intención de ver la tumba de Pío Baroja, aunque no la encontramos, porque no está nada destacada.)
Lo de anteayer, como lo de hace unos días, no es debate, es simple vandalismo, destrucción y odio. Creo que recientemente también se ha atentado contra algún monumento a los caídos de la División Azul.
Los políticos deberían tener cuidado con no cargar a la gente, porque siempre hay bobos que se disparan.
Y así sucedió en la Guerra Civil.
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