Amo la fotografía y la practico. Bendigo la baratura actual, por no decir semigratuidad, de este arte. Pero hoy mismo saqué de un ordenador a un disco duro portátil, más de veintitresmil fotos acumuladas en siete años. Si hubiera tenido que pagarlas al precio de antes, seguramente no habría hecho más de quinientas, que tampoco son pocas fotos que ver.
Ahora yo hago cinco o diez fotos, por si acaso, con diferentes acercamientos, porque acaba de cambiar la luz un poco etc. Antes pensaba cada foto, la calibraba ensayaba la mejor posición, ahora no, ahora las descarto en el ordenador, y hoy que he guardado esas veintitresmil en un disco duro externo he estado eliminando otras doscientas, y más no porque es muy tedioso tener que elegir y descartar, de entre los archivos.
Me pasa lo mismo con los libros, he acumulado más de mil doscientos en casa, algunos muy largos, leyendo todas las semanas uno me salen 23 años, voy a cumplir 56 así que tengo libros hasta los 79, y eso que los libros que se compran se hace con intención de releerlos alguna vez.
Lo mismo me ocurre con la música o las partituras, no hay tiempo en la vida para tanto material.
Atesoramos como ambiciosos. Como de un principio no tuvimos, (puede que yo no tenga muchas más de 10 fotos de mis primeros 10 años) y la misma escasez fueron mis primeras cintas de casette, mis partituras o los libros que en mi casa había de leer.
No hay tantas islas desiertas a las que llevar todo lo que acumulamos como si nos fueran a depositar en una ahora.
El atesorar esta riqueza, que solo voy a ver yo, (pobres nietos, si llego a tenerlos, como tengan la curiosidad de buscar qué le interesaba a su abuelo) convierte en un trabajo hercúleo lo que debía ser, sencillamente, un placer.
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