Ayer pusieron en la televisión española este documental de tesis producido por Almodóvar. Para mí, que soy un estudioso del tema, es superficial y también algo tramposo; por supuesto también es parcial, entendido como parcialidad política.
Hay dos superprotagonistas activos y uno pasivo.
Por despejar primero al pasivo: se trata de un policía al que apodaron "Bily el el niño" que parece que es el único torturador -junto con un Guardia Civil apellidado Muñecas- del que supongo que los cientos o miles de torturados por la policía franquista tienen memoria. Si solo hubo dos personas que pegaran a los detenidos en los años 70, realmente el régimen franquista controlaba ejemplarmente a su policía: tiene que haber muchos más, pero menos mediáticos, o que no interesa sacar. Los mossos d esquadra tienen en su corta historia un muerto por apaleamiento en la calle producido por cinco o seis mossos, que está grabado en vídeo, y otra tortura realizada a una ucraniana que también está grabada, aparte de que saltaron el ojo de una manifestante con una pelota de goma. Escribo esto porque no dudo de que entre los cuerpos policiales del mundo siempre hay y habrá gente que se pase de la raya. Nada disculpa la tortura de nadie, pero no es científico focalizar, aunque sí muy práctico a nivel de imagen.
Se trata de crear protagonistas: el protagonista activo es un joven de los años 70 autodenominado "El Chato", a quien, según sus palabras, Bily el niño torturó a palos. Nos cuentan mucho de su vida y sentimientos, lo más llamativo es como narra sus torturas en un acto público cuando le pegaban en los genitales se lamentaba de que no iba a poder volver a joder en la vida....., y eso que me acababa de estrenar a mis 22 años. Hay detalles graciosos dentro de lo dramático que es la tortura, que sobran. Si ese hombre es exhibicionista (que lo es, no me cabe duda, por su talante) y lo cuenta: vale, pero para eso está la edición de quien elige, entre todo el material rodado, qué entra y qué no. A mí este detalle de su sexualidad me pareció impertinente.
La otra protagonista es una señora a quien mataron a su madre y da la casualidad de que hay una carretera sobre el lugar donde supuestamente está enterrada; las imágenes son verdaderamente poderosas tanto que sirven de reclamo publicitario para la obra. He entrevistado a mujeres como ella, de otra cultura diferente a la nuestra donde ahora se impone la incineración y, en muchos casos, el aventamiento de las cenizas. Sufren de verdad, yo las respeto y creo que habría que ayudarlas, si no es muy caro, a conseguir los restos de sus familiares, porque para la gente de esos años es muy importante que los huesos de los suyos estén "recogidos" y descansen en sagrado. En ningún momento pide directamente que levanten la carretera, tan solo pide sus huesos para unirlos a los de su padre, porque éste se lo pidió antes de morir.
Esta mujer tiene al menos dos hijos. Una hija ,"la buena" que apoya a su madre y un hijo "el malo" que dice que así es la historia y que no se puede hacer nada, y en un fragmento de discusión familiar parece que le "ganan" la discusión porque le dicen "pero que no se repita". Entonces se corta esa escena. En que no se repita estamos todos, Franco incluido, desde 1945 o antes, y para comprobar eso están las hemerotecas.
Hay una protagonista secundaria que es una señora a quien toman muestras de ADN para cotejarlo con un desenterramiento en un cementerio que se va a producir. Esta señora es protagonista porque a sus 87 años ha ido a Argentina a declarar ante la juez que asumió este caso de justicia universal, para pedir que le desentierren a su padre. En el desenterramiento, al que ella y sus hijos van ilusionados, tras muchos días y muchos carretillos de arena, aparecen restos revueltos y varias calaveras, En un momento enfocan a la calavera con un cartoncillo nº 19 y los familiares y ella como que se quedan tranquilos porque ya ha podido volver a ver a su padre.
Eso es falso. Es una solución cinematográfica.
No se puede saber en ese momento. Los desenterradores han de agrupar en bolsas los huesos de cada persona que se intuya (muy difícil porque están todos revueltos, lo bueno es que cada muerto tiene una sola calavera) De esa calavera, que han de ser extraídas muestras en laboratorio, a no ser que hubiera alguna joya o una ficha dental (improbabilísimo en 1936) y ha de ser sacado el ADN atómico y después verificado con el de la hija. No nos cuentan esa historia, si es que llegó a producirse, en la que después de verificar si era su padre, -se tarda algunas semanas-, le dan una bolsa a la familia. Para mí que la identificación no salió, en ese cementerio había muchos restos en otras tumbas que los otros familiares quizá no autorizaron a remover. Pero los narradores se conforman con cerrar la historia con esa realidad cinematográfica de la hija de 87 años mirando a la calavera 19 como si fuera su padre.
El caso más doloroso para mí de la guerra civil: el músico Antonio José Martínez Palacios, a pesar de haberse hecho todos los desenterramientos que se han querido hacer en el monte Estepar de Burgos, donde supuestamente está fusilado con su hermano. Puede que sí, puede que no, pero el caso es que no se ha logrado encontrar, y eso que se lo prometían fácil, porque tenían que encontrar dos calaveras con el mismo ADN. Pero el laboratorio de Echevarría, el antropólogo forense de San Sebastián que, entre otros, identificó a Lasa y Zabala, no ha encontrado a Antonio José.
El problema es que todo se hizo en momentos muy azarosos y cada uno de los miles de fusiladores y enterradores improvisaba cómo, dónde, etc hacer estas cosas; se podía entonces quemarlos, tirarlos a un río, enterrarlos a poca profundidad, (cavar en según qué terrenos es duro) el problema de enterrar en un campo a poca profundidad es que hay animales salvajes que desentierran y se comen a los muertos.
Yo sé donde aproximadamente enterraron a alguna gente. Pero también me han contado historias de huesos con los que se ha jugado gamberramente en estos 83 años. Pistas forestales trazadas , árboles que crecen y clases de terreno que por su química, deshacen los huesos. No es fácil encontrar a nadie que no esté muy bien señalado (en Poyales del Hoyo hay tantos intentos fallidos como aciertos) más que a los que llevaron a cementerios, pero muchos de éstos no tienen descendientes conocidos y muchos de los familiares, como los de Federico García Lorca, prefieren que no se toquen los huesos, no es este caso pero el desenterramiento a algunos les "obligaría", a lo mejor, a comprar una sepultura con el correspondiente monumento funerario. En mis años de observación he sospechado de gente que se negaba por este motivo.
Pero se han producido muchos desenterramientos en todos estos años y, de verdad, no hacía falta llevar a Argentina a una mujer de 87 años para conseguirlo. Otra cosa es que quede cinematográfico o reivindicativo el que una mujer de 87 años conteste que volvería a hacer 10.000 kilómetros para conseguir que desenterraran a su padre.
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