Es una palabra polisémica y relativa, que antes se dividía en dos: el orgullo bien entendido y en el mal entendido.
El bien entendido era aquel en el que una persona estaba orgullosa de su pueblo, del oficio de su padre o del comportamiento de sus hijos. El mal entendido era ese que impedía apearse de un argumento aunque uno fuera derrotado dialécticamente, el que incapacitaba para reanudar una amistad por la altanería de no perdonar o "bajarse de la burra", como se dice en Castilla.
Ahora existe o por lo menos periódicamente por estas fechas se exhibe, el orgullo absoluto, la fiesta del orgullo de los que practican una sexualidad diferente a la tradicional que generaba hijos. Para la iglesia siempre fueron viciosos, porque tocarse o rozarse sin esa intención es pecado, ya que no sigue el postulado de "creced y multiplicaos" esencial, sino el sucio placer.
El pasado sábado coincidía que íbamos a Madrid a una obra de teatro que comenzaba a las ocho de la tarde. La capital de España era la capital mundial del "orgullo" y estaba abarrotada de banderas y de reclamos publicitarios para este público, que es numeroso y de alto poder adquisitivo. Si la exhibición de parejas, colores y vestimentas asociadas a la homosexualidad normalmente se circunscribe al barrio de Chueca, el pasado sábado ocupaba todo el centro, que es mucho Madrid.
Nos apuntamos a ver el espectáculo, teníamos tiempo de ver el inicio del desfile y no era cosa de perdérselo. (Aunque yo tenía miedo de un atentado yijadista, por lo que estuve más tiempo mirando detrás que delante -se me acaba de ocurrir un chiste fácil de muy mal gusto, pero no lo escribiré-) en éstas, identifiqué a un barbudo con una bolsa bandolera que me pareció algo sospechoso. Pero cuando vi que se le acercaba otro similar a comentar algo, no me alarmé, sino todo lo contrario: eran policías de paisano mezclándose con la multitud, con las mismas prevenciones, en su caso profesionales, que yo. Había muchos policías de uniforme, y permanentemente sobrevolaba la zona un helicóptero.
En mi vida he visto tanto músculo hipertrofiado, tanto exhibicionismo, tanto afán de provocación. Yo he vivido mi sexo sin ruido y me parece de mal gusto lo contrario. Con lo cual en este espectáculo no voy a admirar, sino a ver desde una distancia antropológica una fiesta que personalmente no me concierne. Puedo entender y entiendo que una fiesta gay sin exhibicionismo, sería como una procesión de semana santa sin imágenes de dolor y sangre; de cualquier manera creo que es más auténtico el "orgullo"; los desfilantes son siempre creyentes combativos y no llevados por una inercia tradicional vacía, como pasa en muchos casos en las procesiones españolas. Por otro lado, pienso que debe haber una parte muy significativa de homosexuales que limiten su sexualidad a lo privado, que no se trabajen frenéticamente el cuerpo, que no sean bailones, ni busquen atuendos ostentosos.
Dicen/dijeron al comienzo de la manifestación, que esta manera de ser que yo vi, es para reivindicar, para defender especialmente que todo el mundo pueda ser tan libérrimo como se era en estos días en Madrid. Yo creo que no, que es una fiesta, un motivo para celebrar tumultuosamente: pasarlo bien, ligar, hacerse fotos (ya no hay fiesta sin millones de fotos) pero que este postureo exacerbado, si lo ven las autoridades Saudíes o Iraníes, no sirve de ayuda, sino todo lo contrario, a los homosexuales de allí, porque seguramente redobla la presión sobre ellos.
Es una exhibición deliberadamente depravada, aunque a mí no me escandalice; pero la sobreactuación no me gusta, soy un hombre tranquilo. Sí huiría de una exhibición de sexo de toda la vida, eso me estomagaría y no lo soportaría. No sé si esto es disciminación hacia los gays, que parecen más de juguete, más tontorrones.
Me alegro de haber visto con mi familia la fiesta del orgullo. Entiendo que para los protagonistas debe ser muy importante celebrarla, mucha gente de todo el mundo vino a ello, y muchos gastaron mucho tiempo, trabajo y dinero en esta celebración, lo cual hace que yo lo considere más, porque he podido ver cuánto.
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