Ayer se publicaba el robo de no se cuántos
millones de contraseñas de Yahoo.
Todas las empresas que nos dan
“gratuitamente”, a cambio de que “aceptemos” unos largos párrafos de
consentimiento que nunca leemos, (ni siquiera los voy a leer para documentarme para este artículo, prefiero especular) están radicadas en Estados Unidos o son sucursales en Irlanda
(estas para pagar menos impuestos en la Unión Europea ).
El caso es que no sabemos a qué contrato nos
adherimos, pero casi seguro que su responsabilidad seguramente se juzgará en Estados Unidos,
cuyos abogados son carísimos y además están
allí.
Porque, evidentemente, ponemos mucha
información pública a disposición de quien la quiera ver. En eso hacemos mal,
pero lo hacemos nosotros, (yo muestro mi alma aquí, quien me haya leído me conoce mejor que muchos amigos de toda la vida que no lo han hecho). El problema es que con toda confianza, le cedemos
bajo contraseña el transporte de nuestro nuestros recados íntimos o nuestras
opiniones y explicaciones, con lo que se nos podría hacer mucho daño si cayeran
en las manos más inadecuadas.
Seguro que las empresas tienen un seguro
(valga la redundancia) en las cláusulas que aceptamos, que las protege de
expolios como éste si lo divulgan para que la gente pueda cambiar sus contraseñas, aunque se peguen el "batacazo" en la Bolsa como está sucediendo,
porque si no nadie podría aguantar económicamente, solo las demandas por daños y perjuicios que vinieran de Estados
Unidos, por todo lo que se puede perder o quedar en manos piratas.
Da miedo que el mundo para su comodidad
dependa de tantas máquinas vulnerables por tener contraseñas que se pueden
escribir desde cualquier parte. (Lo bueno que era un conserje con un montón de
llaves físicas abriendo y cerrando, encendiendo y apagando, rutinariamente todo). Ayer oí por la radio que
unos piratas informáticos paralizaron el metro de San Francisco y la empresa
tuvo que ceder a su chantaje y les ingresó 80.000 dólares para que liberaran el
sistema que tenían secuestrado virtualmente. Supongo que tomarán medidas, pero
esto será siempre el juego del ratón y el gato: uno inventa una aplicación que haga
protección y otro maquina otra aplicación que la deshaga.
Yo no tengo tarjetas de crédito. No quise tener mi banco por
internet. Con el dinero no juego. Puedo extraer de un cajero con la cartilla
(dicen que no se falsifican las claves magnéticas de las libretas de ahorro) un
máximo de 600 euros, y de cualquier modo procuro tenerlo a plazo fijo, no
porque me paguen esa miseria que dan ahora de interés, sino porque haya que
moverlo "manualmente"; si alguien me limpia lo que tengo a libre disposición, no
me quitará demasiado.
Quizá con esta exhibición de prudencia estoy, imprudentemente, dando demasiada
información sobre mí.
Dicen que pronto se solucionará el problema
de las contraseñas con los sensores biométricos, pero como ya lo mostraron hace unas cuantas
películas de James Bond, alguien podrá falsificar este sistema poco después o
algún pirata saqueará los almacenes de los datos biométricos. Así que lo más razonable es no
sufrir por estas cosas y si te roban te robaron y te aguantas, pero que sea lo mínimo, creo que debemos poner las
cosas que más se quieran en el lugar más seguro y personal.
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