Ahora no sé cuántas tardes de domingo de mi adolescencia dediqué a ver esos capítulos que están reponiendo a media tarde en la cadena Paramount Channel. El caso es que, como un tonto, me dejo caer por la sala de la televisión y me quedo embobado viéndo esa serie, su histrionismo, su voz, su estilo inconfundible.
También me doy cuenta ahora, que sé de cine, de que los capítulos eran grandes superproducciones con toda la estética de los 70, tan caduca, a la que él oponía la estética clásica de los años cuarenta de Humprey Bogart. Ya sé que el garbo de Colombo es todo lo contrario a Humprey pero las gabardinas de ambos son las más famosas de la historia.
Resulta que yo, al comienzo de mi adolescencia, estaba bastante acomplejado por cómo me vestía mi madre. Aquel Juanito diferenciaba entre sus compañeros a los pobres -donde me incluía- de los ricos, que llevaban, por ejemplo, pantalones vaqueros de marcas "Lois y Lee".
Nunca me compraron pantalones de esos que sentaban tan bien. Me acuerdo de su precio estaba entre 1.600 y 1.800 pesetas; el presupuesto de mi madre para mis pantalones nunca sobrepasaba las 700 u 800, incluso me confeccionaba vaqueros comprando la tela: eran horribles, les faltaban todos los detalles que tenían los de los ricos. Por eso yo me juntaba con los pobres, también miraba a las chicas pobres, porque pensaba que las que llevaban ropa de marca serían incapaces de amarme; porque se reirían de mí.
Un momento sucedió en mi historia y hasta ahora no sabía por qué: me empecé a valorar, fuera porque no repetía curso, porque me atrincheraba en mis habilidades y, definitivamente, me creía listo. Dejé de dar importancia a esas cosas.
Fue una forma de sobrevivir. Desde entonces siempre he odiado las marcas; hasta en los supermercados soy de "marca blanca" . Por ejemplo, nunca he llevado unas Nike o unas Adidas por ejemplo.
Y, ahora en 2018, disfrutando estas tardes otoñales de las reposiciones del genial detective acabo de descubrir que yo probablemente cambiara, viendo su inteligencia, que siempre superaba a gentes de mucha clase y poder económico que además siempre se reían de su torpe aliño indumentario (que diría Antonio Machado)
Gracias Colombo porque me salvaste del complejo y del resentimiento, aunque como tú, nunca he sido un triunfador con las mujeres, (desde que tuve mi primera novia soy fiel monógamo como el Teniente).
Supongo que si hubiera tomado de modelo a James Bond, habría conquistado las caricias de muchas más mujeres. Pero está claro que con el plan económico de mis padres no me quedaba otra que amoldar mis deseos a la necesidad:
una pregunta más...
Siempre disfruto tus escritos Juan. Yo también crecí viendo la serie y admirando las habilidades de Colombo que parecía tonto pero era un listo. Saludos
ResponderEliminar