Una fuente en el centro de la plazuela. No se podía beber. En Francia, a pesar de que sobra tanta, no regalan el agua como en muchas localidades serranas españolas.
Un edificio que no comprendimos, no había panel ni gente cerca a quién preguntar.
Es posible subir a una torre para ver la panorámica aérea de la ciudad pero el ascensor no funcionaba ese día que estuvimos.
Aprendimos esta palabra del idioma de la belleza. Ya sabemos decirla y también que los que hayan comprendido este lugar entenderán la contraseña. Son muchas personas -seguro que todas las que lo vieron- pero nosotros no estábamos entre ellas, y fue la casualidad de un encuentro que nos hizo ir allí a pasar una tarde una noche y el último paseo mañanero. Damos gracias. No me canso de mirar fotos de aquellas horas ni de agradecer que optáramos por no seguir subiendo al norte para recrearnos en la Dordoña y el Valle del Lot.
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