jueves, 30 de abril de 2020

La suelta

Cuando yo era joven había dos clases de bailes: el suelto y el agarrao. Agarraos, pero sin lubricidad, hemos estado hasta pasado mañana, que mañana era fiesta, y pasao nos sueltan.

Los finolis nos han impuesto un barbarismo que es desescalada que debe ser algo así como rappel, o tirarse por una cuerda después de escalar una pared. Pobres escaladores. ¿Escalar está permitido? Kennedy comenzó la escalada en Vietnam, que fue meter a tutiplen militares, portaaviones, y helicópteros con puerta lateral ventilada porque dentro olía demasiado a negro y a marihuana y era imposible escuchar a Wagner, por más que nos vendieran aquello.

Es una suelta lo que viene y ya nos pueden echar galgos porque ahora podremos ir a la farmacia, a por tabaco, a correr, a comprar, a buscar el perro para pasearlo o a buscar el niño cuya custodia tiene nuestra ex, pero nos concede el derecho a irnos a paseo con él.

Una vez, y es lo que me ha hecho levantarme del sofá para escribir, que nos suelten, el problema va a ser precisamente la máscara obligatoria, accesorio (lo sabe hasta el que asó la manteca) ideal para atracar un súper, un banco, una farmacia o una joyería. Mientras tanto los policías están pendientes de si has salido ya dos veces a correr, te corresponde la franja horaria o tu niño no aparenta los trece años y medio que cuentas.

En serio: ése es el peligro que viene, además los ladrones deben andar caninos.

Esto alguien lo habrá pensao, digo yo.

domingo, 26 de abril de 2020

Enmienda a la totalidad 3 (o al menos una severa enmienda parcial)

No lo he escrito públicamente hasta ahora, pero yo, durante esta crisis, he salido a mi huerto todas las veces que me dio la gana.
Vivo al lado del campo en un bloque de pisos compuesto de 9 viviendas donde viven, aparte de mi mujer y yo tres personas nonagenarias y un matrimonio con una niña de pocos años. Mi único peligro hasta llegar al huerto es el picaporte de salida de la puerta donde pudieran haberlo dejado esas seis personas más una chica colombiana que viene a atender a una de las ancianas y el cartero, porque el pasador de la escalera no lo toco. Me bajaba un guante, pero ahora lo abro con la manga por ser extremadamente cauteloso.  Después salgo al campo, un campo donde nunca he visto en 14 años ningún uniforme, por eso no tengo miedo y me meto en el recinto de mi huerto.

Creo que eso se debe estar haciendo en todos los pueblos pequeños de España. La tan citada España vacía, o España vaciada hoy es la España de la salud y de la semifelicidad. No existe riesgo porque no hay apretura, el bicho no vive porque ha venido a vaciar las ciudades. En el campo no puede asentarse porque no hay gentío que lo sustente.

Porque el hombre a pesar de llevar escribiendo unos milenios por ejemplo el Beatus Ille o feliz aquel que abandona la ciudad y busca los placeres sencillos del campo, no cesa de apelotonarse en ciudades, y en las más grandes más. En los años 80 el grupo Leño cantaba Es una mierda este Madrid ni las ratas quieren vivir, Aute susurraba no aguanto este coñazo de Madrid, y Sabina que me lleven al Sur donde nací, aquí no queda sitio para nadie...  pero lo decían con la boca chica porque casi ninguno, ni ellos mismos, lo practicó.

La gente ama tener todo bien o servicio al alcance de la mano: uniformes, repartidores, ambulancias,  poder encontrarse con, ver otra gente activa, guapa, que se arregla se maquilla, que tiene prisa..., poder ir a museos aunque  vayan solo cuando les llega una visita a casa, poder ir a teatros aunque casi no vayan. Tener cerca los mejores hospitales, lo que al final ha resultado el mayor foco de contagio de bichos.

Somos animales que comemos, cagamos y respiramos. No es más lógico distribuirse cómodamente por el territorio que concentrase en hacerlo en masificadas ciudades, apretados e incómodos.

Viendo las ruinas del Imperio Romano siempre nos preguntamos ¿por qué esto al final se vino abajo y la gente volvió a los pueblos? ¿por qué esta historia duró del siglo V al XV?, culminando a principios del XXI en el que la glamourosa Nueva York es la megacapital de las muertes el miedo y desolación. No quiero pensar lo que pase en Calcuta, El Cairo, ciudad de México...

Parezco bobo ¿por qué me pregunto yo esto? hace dieciséis años pude vivir en tres ciudades o en un pueblo y elegí campo. Mirad donde estoy escribiendo.

A lo mejor el bicho os enseña a apreciar el paisaje, el aire, el espacio, la libertad. Sé que todos no vais a poder veniros a sitios así pero los que podáis ¿qué pintáis en el mogollón?

viernes, 24 de abril de 2020

Anoche casi no arranco a dormir

Me dio por pensar, después de ver como en las tiendas de ropa van a tratar de dificultar persuasivamente que la gente se pruebe ropa que al final no compre, o que van a elaborar un procedimiento para "matar el bicho" en una prenda que haya sido probada y no comprada.

Pensé en las macrotiendas de deportes Decatlón. Se acabará el autoservicio, ¿A partir de ahora será como el ajedrez: "ficha tocada ficha movida", es decir, comprada?

¿No se deberían hacer unos cuantos estudios muy claros y muy garantizados con todo tipo de tejidos para ver si se contagia de esa manera y dejarnos de histerismos?
¿Volverá a abrirse alguna piscina pública, algún gimnasio, discoteca, algún bar.., la gente podrá sentarse en alguna estación,  podrán usarse los servicios públicos...?

Intenté cambiar de pensamiento para dormirme; puedo hacerlo porque yo no soy un responsable político, ni sanitario.
 Hay que alarmar si es necesario estar alarmado, o tranquilizar si no es necesario, que ya hay demasiada perturbación dentro de las cabezas.

Tiempo ha habido para que quien está para esto haya estudiado y comunique datos claros antes de que nos suelten, porque si se ha de improvisar, ya que la ciencia sabe poco todavía, que se improvise a base de ciencia y autoridades responsables, y no a base de bulos, manías, histerismos, haciendo cada cual la guerra por su cuenta, en la nueva situación que nos aguarda.

De todos modos, como no aparezcan la vacuna, a nuestro mundo no le va a conocer ni la madre que lo parió.

jueves, 23 de abril de 2020

¿Qué será del amor?

Un amigo escritor, más libertino y lenguaraz que yo, se preocupaba de cómo mantener amantes en coronavirus. Resignación y fantasía, nada de carne, pero ¿y si eran amantes carnales?

No le he leído bien, seguro, pero pienso yo ahora en mi gloriosa primavera de 1985 donde me hice novio y conseguí a primeros de mayo dar un beso de amor a mi primera (y única) novia.

Yo estudiaba en Salamanca, ella terminaba de hacerlo en Ávila, nos habíamos conocido en diciembre del 84, pero hubo un malentendido de dos o tres meses hasta que empezamos a salir y cartearnos. Entonces yo asediaba a las horas del cartero mi buzón salmantino y me pasaba el día pensando en las cartas que estaba escribiendo y releyendo las que constantemente recibía. Mi madre se preguntaba por qué ese año iba tantos fines de semana a verlos a casa, cuando se había establecido los años anteriores que aparecía por Ávila lo imprescindible y aún menos.
Recuerdo el día glorioso que debimos habernos besado por primera vez: ya nos habíamos escrito nuestro amor por carta, y de pronto nos sentamos en una plazuela y se hizo el silencio, la intensidad de las miradas se tensó, pero no tuvimos valor. Otro día le rocé la mano en una cafetería, era un roce carismático, nada casual, así lo di yo y así ella lo sintió: solo la mano.

Un día de mayo seguro que ya estaba anunciado por carta que la besaría. El sábado salimos y no pasó todavía; fue  el domingo a última hora, caía la tarde, el sol ya se había escondido dentro de la muralla de Ávila, estábamos en los jardines de San Vicente, yo no iba a dejar que se escapara más y entonces la besé. El primer beso fue torpe, atropellado, ella salió confundida de aquel lance,  pero esa misma noche comenzarían los deliciosos. El lunes siguiente por la mañana ella faltó a clase para estar conmigo que partía esa mañana a Salamanca y a repetir eso de besarse sin tasa, como un juego o como una conversación. Ya éramos novios.

Yo tenía desde hace años urgencia por ser amado, por tener y ser tenido. Resulta que poco antes de conocerla, con veinte años había pensado yo eso de que "no había mujer para mí en el mundo".

Fue una culminación. Desde entonces el principal problema de mi vida anterior estuvo solucionado.

Ya sé que en este siglo las cosas seguramente no son así, pero a mí, por lo que he contado, me parece que los noviazgos más bonitos deben hacerse en primavera.


 ¿Cómo se remata un noviazgo esta puta primavera de 2020? a dos metros con mascarilla y con la duda de si ella será asintomática, no digamos nada de si de pronto tose o tiene fiebre...

Pues eso, no ya el romanticismo, ¿qué será, mientras no haya vacuna, de cualquier amor?

martes, 21 de abril de 2020

CIUDADES

El año pasado, lo sabéis bien los asiduos, me enamoré mucho y bien de Francia. Sigo leyendo La Peste de Camus  y ahora me salió la palabra “escaparate” y me ha detenido para escribir. Escaparate es algo muy francés; desde dentro de un escaparate recordamos grandes fotos de Robert Doissenau.

Yo me acordé de una mujer que estaba pasando a primera hora un plumero dentro de su escaparate de una pequeña tienda de cerámica en Limoges. Me fijé en lo atractiva que era, en lo desenvuelta que se movía, y cómo, de vez en cuando, rectificaba la colocación de alguna de las piezas: se estaba gustando y me estaba gustando; lo sabía igual que yo. Quizá todo era parte de la preventa; porque me daban ganas de comprar algo de tan bonito que me parecía todo: las cerámicas, su  ilusión de ser una pequeña empresaria, la clase -ese intangible tan francés- , pero la mercancía no tenía puestos precios, y yo soy bien tacaño y práctico. La razón ganó a la seducción: sería estúpido haber caído en ese capricho que luego no sabría donde poner.

 

Mi pensamiento vuela a esa y todas las demás ciudades francesas, españolas, italianas o  portuguesas, que he visto levantarse todas las mañanas para gustar y para gustarse, para seducir y traficar con la belleza a fin de atrapar par la caja registradora con el señuelo de tantas cosas innecesarias que se compran porque sí y que ahora sabemos que no se están vendiendo. Todo ese trabajo, toda la ilusión sembrada y germinada a través de los años y la costumbre está chafada en casa, encarcelada por esta aterrorizada primavera.

Pensé en otra mujer que regentaba un hotelito en Nantes, bastante lejos del centro, a trasmano. Quizá por eso era extremadamente amable, nos comentó que tenía una limpiadora peruana y ello le estaba haciendo aprender a marchas forzadas español, y se sentía orgullosa de que se lo reconociéramos, y continuaba ateclándonos con su conocimiento. Nos mostró su hotel y nos dijo que podíamos disponer del jardín y también del salón como si estuviéramos en nuestra casa y que, además, podíamos traer comida de fuera si nos apetecía, que para eso había mesas, nos dio folletos para visitar la ciudad y nos recomendó orgullosa el  magnífico elefante de madera que está en la isla fluvial. Todo muy cuidado y agradable, para un hotel que no era muy nuevo, y ya lo he dicho, alejado del centro, pero el cariño con el que nos mostraba sus encantos nos hizo sentirnos contentos de haberlo elegido.

Todos los lugares hermosos de Europa que aún no conocemos, Lyon, Rocamadour, Florencia, Siena, Venecia, Carcasonne, Reims, Gante, Brujas, y tantos que querríamos revisitar están congelados, pasmados; criando polvo, frustración y pérdidas. Todo el cariño con el que los viejos maestros de obras dirigieron a los esforzados albañiles para  levantar los palacios y catedrales, los teatros de ópera, los pasajes comerciales, los jardines, las plazas, todo aquello que se hizo hermoso a base de andamios y muertos,  y que se sigue hermoseando periódicamente  para el placer de la vista, la admiración por el trabajo de la humanidad, nadie lo descubre y nadie puede revenderlo.
Es horrible pensar en el desaire que supone para la Gioconda estar sola sin que miles de ojos se aprieten en la cola más disputada del mundo, para intentar en medio minuto escaso contener la respiración descifrando su sonrisa y su mirada; que el Nacimiento de Venus, esa  moza rubia no tenga necesidad de tapar su pubis porque hace tiempo que nadie más que el vigilante pasa por delante de sus encantos. Qué aburridos tienen que estar los personajillos de El Jardín de las Delicias tras dos meses a la sombra. Qué tristes las ciudades, sus mercados primorosos, las fiestas, sus figuras de reloj dando la hora, todo está sepultado en la niebla de la impotencia, del letargo, de la antipatía, del desdén, aunque sea tan involuntario.

 

 
Yo ya me había hecho un turista con imperiosa necesidad de programar homenajes a lo bello, y de, modestamente, también mantener a sus herederos y cuidadores. Ahora no sé si este verano que puede no llegar, tendré valor, y todas esas amables y detallistas señoras que esperaban vivir un poco de mí y de muchos más en su hermoseado mundo tampoco saben si volverán los tiempos que conocimos.
 
Hace poco compré una edición argentina de los años 70 de este clásico. Anda por encima de las mesas y las mesillas sin encontrar sitio en ninguna estantería. Olvidaos del terrible título de libro y solo mirad como su triste ilustración nos rebela tanto de cómo está todo.
 
 

 
 
 
 

domingo, 19 de abril de 2020

Una cita sin comentarios

En particular, todos nuestros conciudadanos se abstuvieron, en seguida incluso en público, de la costumbre que hubieran podido adquirir de calcular la duración de su separación. ¿Por qué? Porque cuando los mas pesimistas la habían fijado, por ejemplo en seis meses, cuando habían agotado de antemano toda la amargura de esos meses que faltaban, sacando ánimos para soportar esta prueba, izado sus últimas fuerzas para permanecer sin desfallecimiento a la altura de este sufrimiento estirado sobre una tan larga serie de días, entonces, a veces, un amigo que se encuentra, una opinión de periódico, una sospecha fugitiva o una brusca clarividencia, les volvía a la idea de que, después de todo, no había razón para que la enfermedad no durase más de seis meses y acaso un año o más aún.

En este momento de desplome del valor, de la voluntad y de la paciencia era tan brusco que parecía que ya no podrían remontarse nunca desde el hoyo. En consecuencia, se constriñeron a no pensar más en el término de su liberación, a no volverse hacia el futuro y a mantener siempre, por así decirlo, los ojos bajos. Pero, naturalmente, esa prudencia, esa manera de engañar astutamente al dolor, de cerrar la guardia para rehusar el combate, eran mal recompensados.

Albert Camus La Peste Ed. Seix Barral. traducción de Federico Carlos Sainz de Robles

miércoles, 15 de abril de 2020

"La Peste" de Albert Camus

No hay lectura más recomendable ahora mismo. Lo digo porque yo se la recomendé a mi mujer y está entusiasmada, constantemente me interrumpe para leerme trozos en voz alta.
¡Joer que lo clavó el franchute-argelino! Es verdad. En el año 47 escribió lo que hemos visto entre febrero y marzo.
Yo la leí hace tiempo y me gustó mucho, pero no me acuerdo del final. Ahora me apetece releerla y, cuando acabe mi mujer, me pondré a ello.
Me interesa saber cómo acaba esto.

martes, 14 de abril de 2020

¿y cómo fue que nos pasó?

Antes, en las películas de Tarzán de Jonny Weismuller, los negros eran todos iguales, ni siquiera hablaban,  decían "ankagua" y cosas así, luego, poco a poco fuimos diferenciándolos, estaba Antonio Machín y Miles Davies, y Chicho Sibilio, y Sideney Poitier, y Carl Lewis.
Hasta 1993 yo no hablé con un negro; fue en Lisboa: me acerqué a un grupo de obreros que arreglaban una calle para preguntarles una dirección y fue el único que me dio la cara.
Sí, después las cosas son corrientes, he hablado con varios negros, los admiramos por su  música y su deporte sobre todo, les escuchamos, han obtenido su inclusión en el género humano.
Los chinos no, los chinos son como extraterrestres, venden a todas horas, y han traído algunas cosas muy raras, tienen paciencia infinita, pero son antipáticos, yo he tratado de hablar con alguno y son esquivos. Yo nunca he entrado en un restaurante chino y no sé cómo logran sobrevivir. Muchos negocios suyos han fracasado en Béjar. Cuando les preguntas por algo responden lacónicamente, hay bazares que han contratado españoles para que hablen con ellos. Por la calle ellos hablan en chino. Nunca van al teatro, ni al cine, ni a ver procesiones o a las charangas  o al las verbenas de las fiestas locales. Bueno, yo tampoco voy así que puede que me equivoque y ellos sí lo hagan.
El caso es que tengo la impresión de que los españoles no tratamos con los chinos. Un lugar común es referirse a sus establecimientos como  "el chino de la esquina" que siempre está abierto y vende de todo, pero no sabemos si se llama Chin o Chan, es más si un bazar o una tienda de alimentación cambia de chinos, no nos damos ni cuenta.

El bicho empezó allí, y durante semanas muchos chinos se compraban todas las mascarillas que había en las farmacias, ¿están locos, pero si se hacen en China...?
Cerraron ciudades, detenían violentamente a la gente, construyeron un hospital en dos semanas...

¡Bah! pero eso no va a llegar aquí, ¿quién habla con los chinos? primero no son humanos,  segundo son antipáticos, tercero están en las antípodas, cuarto, es como una gripe.

Yo creo que la peor "fake news" de toda esta historia fue que alguien dijera que era como una gripe, ¡Bah! lo de todos los años: siete días con medicamentos y una semana con medicamentos.

Además los chinos son pequeños y flojos, y tienen el pene más pequeño que nosotros, (un tirachinas decía el chiste que tenían detrás de la bragueta) solo hay un chino, de 2,34 ha jugado en la NBA, ningún chino juega en las ligas españolas.

Pero resultó que eran humanos, hacen todos los teléfonos móviles (que es lo último de lo último), alguien hablará con ellos, además ya nos dábamos cuenta de que venían muchos turistas chinos por aquí.

Hemos sido racistas, soberbios y estúpidos con los chinos. Ahora dicen que están ensayando la vacuna. Si lo consiguen les consideraremos definitivamente humanos y esa será una de las muchas lecciones que nos dé esta historia.

miércoles, 8 de abril de 2020

"Cañas y barro" una serie mítica.

Sabía y no sabía cuánto me había marchado esta serie. Grandísimos actores: Alfredo Mayo, José Bódalo, Manuel Tejada, Ana Marzoa, la seductorísima Victoria Vera... mi adolescencia regresada accidentalmente esta noche a la memoria. He trabajado mucho en la huerta que conocéis y lo he hecho siempre siguiendo el rastro de sudor y sufrimiento de Manuel Tejada construyendo su finca con barro, hoy lo he vuelto a saber. Pero mucho más, hoy he disfrutado de un maravilloso guión, del que recordaba muchas frases; a partir de ahora contraigo la obligación de leer todo Blasco Ibáñez; y durante dos horas me olvidé del coronavirus.
En este tiempo escribiré menos porque he resucitado una página de Facebook llamada Fotos Antiguas de Cardeñosa, con, de momento, enorme éxito de público y crítica. El inmenso placer altruista de reconformar parte del pasado de mi pueblo y de observar cómo la gente se conoce y se reconoce en este historia sembrada y trabajada por mí.

Y otra noticia feliz, mañana pronostican grandes lluvias en la "madrugá" de Sevilla: por una vez los sevillanos serán felices viendo como la lluvia bendice los campos en la noche del Jueves Santo.

Esta distopía excita la ciclotimia.

sábado, 4 de abril de 2020

Huerto de esperanza


Aún no distingo las plantitas de tomate de mi semillero, tampoco me han nacido las patatas, ni las dos clases de lechuga que planté, la primera parece haberse malogrado con las bajas temperaturas; pero puedo disfrutar de la floración de los cerezos, promesa de dulzura.

Pienso en todo lo que se está perdiendo, estropeando, ajando, por el mundo. Cuántos se arruinan en este momento porque les comen los gastos fijos, los intereses, los contratos de suministro. Cuántos están deprimidos, ofuscados por el parón, temiendo el inhóspito porvenir.

En España ha sido el mes de marzo con menos accidentes de tráfico desde que se lleva la cuenta. Nos hemos ahorrado 35 muertos y el triple o más de lisiados, por quedarnos en casa. Las compañías de seguros también han dejado de gastar dinero en miles de indemnizaciones por pequeños choques, con lo que han ganado todo el mes de marzo, sin gastarse casi nada. Pero los talleres mecánicos tampoco han ingresado ese dinero.

Algunas personas a quienes retiré el carnet de conducir han restado un mes. Los presos también han sido menos presos este mes de prisión de todos.

Los novios no han podido pasear cogidos de la manos, mientras que los matrimonios no han tenido más remedio que aguantarse a tiempo completo. A la vuelta llegarán unos cuantos divorcios a mi juzgado.
Mirando las pujantes flores de mis cerezos, pienso en que lo mejor para todos sería estar embarazados esperando un hijo que estaría creciendo provechosamente como las cerezas en el pistilo de la flor.

Pero ¡Ay! qué miedo pensar que se habría pronto de pasar por el campo de batalla que son los hospitales de este tiempo.




Posdata sin venir mucho a cuento.-La matrona de nos ayudó a sacar a la luz a mi hija se llamaba Aurelia. Lo hizo muy bien y estábamos muy agradecidos por su buen oficio, así se lo expresamos. Nos respondió que solo nos pedía una cosa:
-Sí, pero que su agradecimiento no haga que castiguen con mi nombre a la criatura, por favor.

viernes, 3 de abril de 2020

Hoy era viernes

 Lo duro es empezar a acostumbrarse. Esta semana se ha marchado mucho menos despacio. La rutina termina por aplanarte. Todos los días, sobre las doce, el parte de muertos que no baja de ochocientos diarios los que se cuentan, porque no se cuentan todos los que hay, y ayer fueron novecientos cincuenta los contados.
No hay nada más, el sol sale, gira y se pone; llamadas telefónicas, ordenador y televisión. Tenemos la casa repleta de pan, fruta, carne, chocolate... Cuando se vaya acabando será un día especial, me pondré los guantes y la mascarilla vieja que encontré y lavamos, habré hecho una lista de la compra y deambularé por el supermercado a ver qué cosa nueva encuentro. El pan descongelado sabe igual de rico o es ilusión de esta vida devaluada o mejor, desvivida.
Hoy era un viernes bonito porque sería primavera y las tardes se alargaban, haría un poquito más de calor, y las niñas se vestían con nuevos trapitos debutando adolescencias. Lo más ilusionante es que la próxima semana tendría solo tres días laborables y a lo mejor haríamos un mediano viaje, vería por el Facebook las procesiones de mi pueblo o simplemente rompería la rutina de ir de lunes a viernes.

Pero nada, es un día igual que otros, un día menos nada más.

jueves, 2 de abril de 2020

Matemáticas de escándalo.

Hoy hemos vuelto a batir el record mundial de muertos por coronavirus.  El País tiene ahora mismo en cabeza la noticia de que el 20% de los muertos por esta enfermedad son españoles.

Vamos a suponer que en el mundo vivimos 7.500 millones de habitantes y en España 45 millones.
Siendo los españoles el 0,6% de la población mundial tenemos el 20% de los muertos.

Otra manera de verlo es que si los muertos fueran proporcionales a la población, nuestro país tendría que tener 1.500 millones de habitantes y no los 45 millones que somos.

Otra más: 1 de cada 5 muertos del mundo es español, mientras que en el mundo somos españoles 1 de cada 167 habitantes.

No puede ser cuestión de suerte, vale que somos viejos, flojos, cariñosos... lo que queráis, pero alguien ha tenido que hacer algo mal.

0 dimisiones por ahora, no obstante.

Creo que el gobierno de mi país  debe rumiar la esperanza de que quizá otros países: Inglaterra, Estados Unidos, Brasil, La India... al final saquen muy mala nota también y se nos olvide que hoy 2 de abril estamos como estamos.

Es el Manual de Resistencia.(1)

 (1) para los que no lo sabéis éste es el título del libro autobiográfico del presidente Pedro Sánchez.