sábado, 23 de enero de 2021

Prioridad pública

 El Estado justifica su existencia en el bien público, pública en todos los países es siempre la defensa, la policía, la justicia. Es de lo más básico, pero hay más.

En España tenemos universidades públicas que investigan muy poco, mantenemos orquestas sinfónicas públicas que son deficitarias, como los teatros públicos, museos, televisión y radio.

Creo que el Covid nos tiene que sensibilizar para que mantengamos una ciencia pública de investigación, en todos los campos posibles pero sobre todo en la salud. Un estado como España no puede decir, "que nos salven otros", que el mercado de las compañías internacionales ponga los medios y nos pase la factura. No, el estado tiene que ir por delante, por liberales que queramos ser. Es una cuestión de seguridad nacional. Cualquiera de las empresas puede perfectamente decidir vender al mejor postor o a quien le de la gana sus vacunas y si decide que no, qué tendríamos que hacer ¿nos moriríamos de asco? ¿Invadiríamos los países que las producen para asegurarnos la vida?  Eso no es de recibo: hay que dejar de gastar en cosas de menos importancia y velar por nuestra salud, que es lo fundamental. Lo que ha sucedido puede repetirse, hemos de aprender la lección, puede que en el futuro  no nos saquen otros las castañas de fuego.


lunes, 18 de enero de 2021

Lejana primavera




 Desde hace 16 años tengo la suerte de vivir en medio del campo. Veo por donde se pone el sol, que llega a su generosa extrema derecha en junio y poco a poco retrocede hasta llegar a su cicatera extrema izquierda en diciembre.

Ya sé que la navidad antropológicamente no es más que el renacimiento del sol, que empieza a dejar de descontar minutos para, a la vez, comenzar a regalarlos. Esa es la alegría que este ateo disfruta todos los años. En mi pueblo dicen " ya se van conociendo las tardes".

Al durar menos la noche dura menos el frío y más el calor del sol, las temperaturas empiezan a subir y a permanecer. La hierba toma color, aún es tiempo de podar, pero no hay que descuidarse.

Este año plantaré unos kiwis en mi huerto, pero ahora es imposible cavar porque el suelo está helado.

Seguimos helados en España, la ilusión de las primeras vacunas se apaga; no cambia el rictus de la gente; además se habla de una tercera ola. Uno piensa que después de todo lo que hemos aguantado hay que permanecer unos cuantos meses más sin que el bicho nos toque, solo por lo estúpido que parecería dejarse pillar ahora...

Espero hacia la luz y a la vida el milagro de la primavera. Volver a ver las sonrisas, los gestos, las caras, la distensión (esa palabra de la que se hablaba en la Guerra Fría). 

Seamos optimistas, las ETA,  IRAs, las Brigadas Rojas, las Baader Meinhoff, acabaron, parece que al Qaeda, no da tanto miedo como antes, ni el Daesh, ni siquiera el SIDA, el efecto 2000 en los ordenadores. hemos superado el pánico nuclear, hace décadas que enterramos la viruela... quiero creer que dentro de un semestre empezaremos a respirar a pleno pulmón, la alegría inundará las calles, aunque estemos a punto de llegar otra vez al otoño.



jueves, 7 de enero de 2021

El cuarto avión del 11-S

Dicen que estaba destinado al Capitolio, aunque imaginamos que los pasajeros debieron rebelarse al conocer el destino que les aguardaba, pero no debió caer en Pensilvania como dijeron, (alguna película hay), el caso es que anduvo perdido estos años hasta ayer, día de reyes, en el que unos suicidas decidieron estrellarse contra el hermoso edificio. Esta vez no fue un hombre de barbas y turbante, fue un presidente lampiño y recolorao, que nunca tuvo el apoyo de la mayoría del pueblo norteamericano, pero que se comportó como autócrata, increíblemente egoísta,  el que, sabiéndose perdedor,  azuzó a sus incondicionales  hacia el espectáculo más bochornoso de la América más profunda e inculta hacia el mundo entero. Un tipo de  estadounidenses que solo necesitan un líder máximo que lo recomiende, para inyectarse  en las venas lejía o desinfectante.

Muy recomendable ver hoy la gran película alemana sobre Hitler, "El hundimiento". Otro hombre providencial que desafió las instituciones a base de testosterona gloriosa, y que no anduvo muy lejos de hacerse con medio mundo. Un dictador que también entró por las urnas, al que dejaron llegar hasta el final de sus días, porque nadie era capaz de llevarle la contraria. Creía saberlo todo mejor que nadie y sus golpes de suerte del principio le auparon todavía más en su soberbia.

Claro que este otro falso supermán pelirrojo "enfermó" de Covid y se recuperó en tres días como Jesucristo. Cuánta mentira para caminar sobre un campo de muertos, aumentados por su prepotencia y desprecio por la complicada ciencia, y la simple prudencia. Menos mal que los norteamericanos le han puesto incontestablemente en su sitio, aunque se obstine infantilmente en agarrarse al sillón.    

Se nos van a hacer largos estos trece días hasta que lo releven del mando ejecutivo del país más poderoso del mundo. Un país orgulloso de sus viejas instituciones con una capital que se mira a sí misma como el escaparate ejemplar de democracia, invadido por una ganadería de bípedos por gentes con sobrepeso, algunos cuernos y escasa cultura, capaces de llenar de barro la moqueta y de enseñorearse soezmente en los asientos de la catedral de la soberanía popular.

Lo único le agradezco a Trump es que no haya bombardeado a nadie, aunque no lo descartemos todavía: una personalidad así de egocéntrica seguramente sigue creyendo que le regalaron el país para él y en estos trece días puede ser capaz de todo. Para lo que le queda en el convento todavía se querrá cagar dentro.

Esperemos que las instituciones: ejército, cámaras legislativas, poder judicial, hasta su propio vicepresidente, sean capaces de sujetarle los trece días que quedan, y que con el atontamiento del bofetón  de este escarmiento podamos salir sin más daños de este peligro.

miércoles, 6 de enero de 2021

LOS CAMBIOS

 Como conté en el escrito anterior, entré en la década de los años veinte del siglo veintiuno entre ecos de petardos callejeros; alguien recordó que no debía olvidar esa "alegre" costumbre. Muchas cosas van a cambiar en esta década cuando, en ocho a nueve meses, salgamos de las mascarillas obligatorias e intentemos aproximarnos. Será difícil cauterizar el miedo, habrá gente que no recordará como se hacía eso de la proximidad y rememorará como nefastos, la halitosis, el olor a sobaco. Seguramente la humanidad habrá avanzado varios lustros en la profilaxis. Es el progreso, o el regreso, vete tú a saber. Hace un año la generación de mi hija se abrazaba francamente y sin tasa; la mía no, yo no me he abrazado con ninguna chica más que sexualmente, creo recordar, que recuerdo poco.

Decía que todo va a cambiar, pero es que ya había cambiado, me acuerdo de la gente que pasaba mucho tiempo en bares apretados mirando la tele, casi sin consumir, llenos de humo, de niños correteando, de adolescentes mirando simplemente como  otro (el que tenía más duros en el bolsillo) le daba a unos botones que golpeaban una bola sobre el plano inclinado de máquina de luces y sonidos de puntos, hasta que de repente sonaba un chasquido seco: había ganado una partida gratis. 

Ese bar ya no existía cuando cambiamos de siglo y de milenio. El año pasado era otra cosa, y este es un desierto donde, cuando se quite el polvo de estos aciagos meses, no se sabe si rebrotará algo.

Recuerdo los domingos de fútbol por la radio y mis compañeros de piso disfrutando de las novedades, "gol en Las Gaunas"... Pero antes del coronavirus te encontrabas que ya estaban poniendo falso  barullo de fondo en el fútbol porque ¿Cuántos van a ir a un partido de liga de un martes por la noche? 

Ya lo habían cambiado todo para vender las imágenes a China y al mundo entero.

Las tiendas chicas y las medianas, las discotecas, tampoco eran ya lo que fueron. Ni los bancos: en casa de mis padres, hay tantas cosas regalos de bancos a los grandes ahorradores: bolígrafos, cuberterías, bolsas de viaje, un viaje a Canarias (la única vez que ellos han montado en avión), baterías de cocina...mis padres fueron tan ahorradores que hasta el coche nuevo, (UN FIAT UNO, año 1992) el que tienen actualmente, se lo dieron por poner un dinero a plazo fijo. 

Hoy nos cobran, nos recobran, nos acosan con fondos e inventos para ofrecerte el cero coma diez... ¡Qué bárbaro!

No sé si alguien sabe qué será de la sociedad a partir de ahora. El gran hermano todopoderoso es la sonrisa de ámazon, el hombre que no cesa de multiplicarse entre los escomboros de la vieja economía.

Solo el cambio climático, la falta de natalidad en el Sur de Europa, entre otras muchas otras nefastas circunstancias, cambalachearán todo otra vez como siempre y quien sabe si alguien, unas décadas más adelante hablará de su pasado, este que vamos a inaugurar en este año y década, como algo bonito y nostálgico como son mis recuerdos de cuando fui niño o joven.

Los cambios son ley de vida. Lo peor es que mis padres son ancianos y yo me acerco a los sesenta años.