sábado, 20 de marzo de 2021

Remedios

Hubo un tiempo que pensé que la cosa esta acabaría como La Peste de Camús; que nos despertaríamos un día incrédulos y todo echaría a andar con su ritmo. Pero ya no, en este largo año hemos perdido el compás de la alegría, la persistencia de la enfermedad nos ha domado el ánimo, este bicho es como Alien, algo lleno de sustos, y con muchas secuelas.

He conocido a algunos pacientes psiquiátrico-depresivos a los que les ponían a flote la alegría vital con pastillas, -Prozac se llamaba- pues ellos ya no parecían ser capaces.  A los médicos les gustan las pastillas, a mí no, pero me temo que a mucha parte de la sociedad le gustan las pastillas y si alguien tiene una droga o medicamento se va a poner las botas porque la gente a lo mejor la necesita o puede que sencillamente se tire de cabeza a ello.

***

En  mi camino al supermercado de Béjar esta semana han cerrado una tienda y un bar. No es un truco: en los dos pone "se alquila este local". 

Nunca volverá la antigua normalidad. La posguerra española fue muy larga, la posguerra mundial no tanto pero había que espabilarse para que los rusos no se hicieran con toda Europa y los americanos pusieron mucha carne en el asador.

¿Serán los chinos los que hagan un plan mundial de recuperación esta vez? 

Lo que yo veo es que España sin droga no se levanta de esta depresión.

miércoles, 17 de marzo de 2021

La muerte de un amigo lejano en el tiempo.

 Estoy en el año de cumplir 57  y la muerte me ronda como rondaban los indios en las películas del Oeste. Ayer me enteré curioseando por Google, ya curioseaba mirando su Facebook que no había modificado desde 2018 y quizá busqué inconscientemente saber esta noticia http://esquelasdelaribera.net/2019/12/20/d-jose-javier-herrero-fernandez/

Pienso con un ligero sentido de culpabilidad si he sido un poco cotilla, queriendo saber. Fue ayer cuando lo encontré y me ha perseguido en la noche. Compartí dos cursos con él en piso de estudiantes, creo que era su mejor amigo de entre los del piso. Era un hombre especial, deportista pasivo, fumador empedernido, muy categórico en todas sus afirmaciones (hablamos de 22 ó 23 años) muy seguro de sí mismo por su gran capacidad intelectual y escogida cultura. Tenía problemas raros de salud. Cn la carrera le dio una hemiplejia de la que no sé si se terminó de recuperar. Se licenció en Filosofía y aprobó las oposiciones de profesor de Instituto a la primera. Se casó y eligieron vivir en un pueblo al lado del Duero. Desde la década de los 90 no le veo más que lo poco que se mostró en el Facebook. 

Declaro orgulloso que era seguidor de este blog, eso me escribió en alguna de las esporádicas comunicaciones que tuvimos. Espero que lo cumpliera hasta su muerte. Se había jubilado hace más de 10 años por enfermedad.

Estoy afectado por la noticia, me mueve a la reflexión lo poco que queda de este hombre tan sabio, y quizá lo poco que luché por estar más cerca de él cuando le encontré vivo. Pero me ha pasado en general con todas las amistades del siglo XX que no vinieron en este medio de comunicación y no han arraigado por teclado. Curiosamente casi todas las del XXI sí lo han hecho al venir con este pan debajo del brazo.

Se me han venido momentos, afirmaciones, comentarios, yo le llamaba por su apellido, Herrero, se me aparece su cara, me retumba su voz. La verdad es que tengo poca práctica con la muerte y me va a llegar toda la que está pendiente muy junta (a no ser que me muera yo antes, que es lo que menos deseo).

Tengo algo en la garganta; espero ser tocado por esa sabiduría flotante de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo" ahora puedo escribir esta vulgaridad sabiendo que él no la leerá, pero reconozcamos  que es necesario salir de esta depresión pandémica con cualquier artimaña; afirmar el sueño de la vida.

Posdata. Por lo menos vamos a la primavera. Aunque estoy preocupado por unas heladas pronosticadas que acechan a los melocotoneros floridos del huerto. 

No tengo garbo para hacer una foto y ponérosla. Estaría bien. Perdonad.

viernes, 12 de marzo de 2021

El Mundo de Juan José Millás

 Descendiente de Kafka y de Cortázar, este hombre tan aseado en aspecto y escritura es uno de los grandes de su generación.



Es sencillo de leer lo cual es virtud, porque lo es, y porque establece una complicidad con el lector, una complicidad femenina, es un hombre sin testosterona e hipocondríaco, como otro de sus padres, Woody Allen, y seguramente por ello gusta más a las mujeres que a los hombres.  Yo debo ser un lector bastante femenino porque me gusta mucho.

Poco hace que leí "Lo que sé de los hombres diminutos", que no me aportó nada nuevo y debía de haberme dejado ahíto de Millasismo por un tiempo, pero agarré este de El Mundo con la que le dieron el premio Planeta, que es mucho mejor. 

En esta novela autobiográfica se hace un autorretrato supuestamente hiperrealista, digamos a estilo de Antonio López, que pinta a su manera desvaída y silenciosa la Gran Vía sin coches, así siempre se sabe que es él y su impronta. Hay que tener un ego grande para presentarse a un -supuesto- concurso con una novela en la que siempre estás diciendo quién eres. El concurso del Planeta está amañado obviamente. De nada sirve poner un seudónimo ni todas las cautelas que nos hacen seguir a los concursantes si lo escribes con tu nombre y con tu estilo, ¿Qué hubiera sucedido si al abrir la supuesta plica hubiera salido por ejemplo, Martínez de Pisón? Con el Planeta pasa siempre: Vázquez Montalbán mandó una novela de su detective Carvallo y Vargas Llosa de su policía Lituma.

El caso es que el autorretrato de Millás es bonito y su recreación a mí me resulta sugeridora, seminal, parece fácil escribir con todas las puertas a la observación que abre y que a mí tanto me han motivado. La parte de su niñez es preciosa, aunque luego baja algo mi interés por mirarse tanto a su espejo favorito de marca registrada. El premio más cuantioso de las letras españolas es comercial y parece que no estaría bien defraudar al público innovando o dejando de ser él mismo o su mecanismo. 

En resumen que es un libro con sabor a verdad o a confesión necesaria, como si de pronto el autor hubiera encontrado un tesoro olvidado en un baúl del "sobrao". Lo es. 

lunes, 8 de marzo de 2021

Tatuajes

Curioso es que algo tribal, seguramente mágico (probablemente aquellas vetustas creencias conferirían protección a sus portadores) llegue en pleno auge hasta el siglo XXI. La apoteosis, no barata, de lo indeleble en un siglo  en el que casi todo es de usar y tirar, ¿Cuántos teléfonos móviles u ordenadores impresoras etc que son calificados como "bienes duraderos" llevamos tirados en estos veinte años? 

En el siglo XX los tatuajes los llevaban los presidiarios, los marineros, los legionarios. Lo digo porque cuando yo trabajé en la fábrica Jamones Velázquez de Zaragoza, donde llegué a compartir el vestuario con más de 50 hombres distintos, solo había dos tatuados: un exlegionario y un expresidario.

También he soprendido a un conocido que tiene en el brazo el  verdoso y vergonzoso tatuaje de una mujer en bikini, hecho por alguien que no sabía dibujar, ni tenía idea de erotismo, ni de estética, ni de nada. Un accidente de juventud etílica que su portador de ya más de 70 años podrá mostrar como cuando la testosterona y la rebeldía juvenil se mezclan tan mal, salen engendros espantosos.

No sé cuándo acabarán los tatuajes; probablemente en el momento en que los hijos se los vean a sus padres y decidan tirar por otro lado, como las escarificaciones de Oceanía que son más brutales todavía. Porque la tontería como la energía nunca muere: se transforma.

De vez en cuando desaparecen otros tatuados infames del siglo XX, a muchos de los que estuvieron en un campo de concentración les impusieron la marca de un número tatuado para recuerdo imborrable. Seguro que no se les ocurrió tatuarse nunca más.

martes, 2 de marzo de 2021

Una estafa

Utilizo este llamativo título para hablar de algo relativo mi admirada Patricia Highsmtih, cuyo virus adictivo me inoculó con persistencia un gran amigo Pablo, con lo que, por supuesto, a un euro me compraré todos los libros que encuentre de ella y los voy leyendo sin dificultad porque contienen un raro condimento para digerir la varia condición humana.

Suelen ser maneras de pensar desde la maldad. A mí que soy bueno, temeroso de la ley (y por la educación cristiana de la conciencia, de los castigos de Dios, llámalo X...) me produce una extraña sensación "ir" con el malo y sufro a su lado mientras leo. Supongo también que esto es una alianza psicológica con los complejos de culpabilidad que uno va acumulando o que se le van adhiriendo a lo largo de la existencia como las rémoras de los tiburones. Es como si una coalición de estos peces penetrara en mi cerebro del tiburón viajero para hacerle un hueco a las complicidades con los personajes Highsmith.



Acabo de interrumpir la lectura de estos libros porque a Ripley parece que le han vuelto a pillar y, aunque supongo que saldrá, me va a hacer sufrir hasta que lo consiga así que me relajaré escribiendo que es una excelente terapia. 

Lo del llamativo título "una estafa" es porque hace unos días me compré el libro de la izquierda con gran ilusión pues me faltaba el título que inaugura este personaje, pero resulta que ya lo tenía  ya que es el mismo que el de la derecha, que estaba almacenado en mis estanterías desde hace años sin leer. Ahora tengo los dos títulos con todas sus mismas letras dentro.

PD. creo que mi complejo de culpabilidad más hondo es el de haber comprado y seguir comprando tantos libros que no soy capaz de leer.