lunes, 24 de enero de 2022

Acaboses

Me siento envejecido dentro de una España envejecida. Contemplo la decadencia de la vida desde más cerca que nunca, con una inexorabilidad no atenuada por nuevas ilusiones; cuesta más encontrarlas en los inviernos.

Recuerdo en mi pueblo que un vecino que era cazador y tenía escopeta. Un día tenía que matar a su perra anciana; le pidió el favor a mi padre que se la llevó al campo y la mató aplastándola con una piedra gorda. Mi padre solo le pidió que cuando envejeciera su perra hiciera el cazador lo mismo, aunque lo tendría más fácil con la escopeta.

Hoy los dos irían a juicio, si fueran reincidentes probablemente a la cárcel. Ambos amaban a sus perros hasta el punto de no poder matarlos mirándolos a los ojos. A pesar de que ellos, como todos los de mi pueblo, habían matado muchos cerdos, conejos, corderos, gallinas... (de eso se comía, aunque hubiera que sollar y quitar plumas). 

Pero es que un perro era un compañero.

Ahora se hacen los acaboses de una forma incruenta y más cara. Por 45 euros pusieron una inyección letal al perro agonizante de mi hermano, esto se hace con química asesina; veneno que dudo mucho no contamine los lugares donde se entierran, o el aire de donde se incineran. Los perros de mi padre y su vecino servirían de alimento a varios animales silvestres y también fertilizarían la tierra. Aunque ellos se mancharon las manos en una muerte más difícil y visible.

Ahora no exponemos a la vista casi nada naturalmente desagradable. En los acaboses hay un silencio tan artificial como cobarde. Los médicos ya han empezado y terminarán haciendo de veterinarios de la muerte. Es la respuesta económica a la obsolescencia humana y la pediremos. Todos los acaboses, sobre todo si se hacen largos, devienen interminables; la ciencia de la vida aplaza indebidamente las muertes naturales, y en una sociedad impaciente hay que facilitar y conseguir medios cobardes para dejar de mirar a los ojos. 

Sobre mirar a los ojos de la muerte encontré un día este humanísimo video https://www.youtube.com/watch?v=fFo_R3isTdY&feature=share&fbclid=IwAR3sAlULDVJSyVTToI0YfSSkB-ciOIuFmwgPE3J84v6vKOrns1ONWIv9uyg

lunes, 17 de enero de 2022

Extraños en un Tren (Striptease personal)

 Tenía ganas de leerlo y lo estoy haciendo con provecho. He visto la película, sé que me ha gustado, pero (empiezan a ser cosas de mi edad) no recuerdo lo que pasa en ella, tan solo sé que es en blanco y negro y que al final hay una escena en la noria de una feria de atracciones y una chica que se queda padeciendo en ella es la hija de Hickcoock, una morena regordeta. El otro recuerdo que tengo bien es que el famosísimo genio de la dirección hizo la broma a su hija de hacerla sufrir deliberadamente más de la cuenta.



Digo que la lectura está siendo provechosa porque estoy compadeciendo con el personaje de Guy, un hombre que se ve arrastrado por un maligno individuo con el que coincide en el tren  y con el que tuvo la debilidad de sincerarse y después se vio compelido (aunque no entienda muy bien por qué esto le sucede tan compulsivamente). Pero el caso es que yo estoy zambullido en su angustiosa experiencia.

He tenido que interrumpir la lectura porque como a Don Quijote el personaje se me cuela en el alma y sufro con él. Hace poco en una entrevista oí hablar a Juan Manuel de Prada de la novela de Dostoyeski Crimen y Castigo, y curiosamente también estuve hablando con mi amigo Luis Aguilera de este libro que leí en mi adolescencia y del que también tengo a estas alturas una muy vaga idea. (Un amigo del bachillerato me llamaba Raskolnikoff).

Por lo que sufro/gozo ahora en la lectura es por la culpa del personaje Guy, de la que trato de librarme. Y he decidido escribir esto en el blog para ventilarlo fuera. Luego iré a tocar un poco la guitarra, para tener asideros racionales que me anclen a las realidades reales (o, sencillamente, a otras realidades) y así poder seguir leyendo (me quedan cien páginas de trescientas sesenta).

El masoquismo de anhelar un castigo o necesitar tener esa sensación de culpabilidad para agonizar con ella no acabo de entendérmelo. Pero sucede algunas veces en la literatura y en su hijo, el cine, y ocurre en obras importantes, populares, comerciales. Ese deseo de entrar en una situación criminal y el subsiguiente mareo no debe ser sano, como los mareos artificiales de las atracciones de feria, que son eso: atracciones, en un mundo de ficción, que no salen de ahí salvo por un accidente muy grave.

En otros artículos sabéis que voy de listo por la vida y enseño mis conclusiones; en el de hoy solo muestro mi debilidad, y siento un poco de pudor. Como el personaje de la Highsmith estoy teniendo la debilidad de sincerarme aquí y quizá también me arrepienta de ello.


 No sé si el exhibicionista que llevo dentro tendrá la osadía de dar al botón de "publicar". 



p.d.  EL PELIGRO DE QUIJOTIZACIÓN HA PASADO:YA ESTOY LEYENDO OTRO LIBRO MENOS INVASIVO.

viernes, 14 de enero de 2022

San Clemente, una parada manchega







Suerte que era sábado el último día de este viaje. Habíamos salido de Albacete a primera hora, retrocediendo para ver Chinchilla de Montearagón como expresé hace unos pocos artículos. Íbamos a dormir en nuestra casa de Béjar pero teníamos tiempo de buscar alguna parada hermosa para aprovechar el viaje. Cuando uno ve un pueblo grande en una llanura, con ricas tierras de labranza a su alrededor puede pensar que alguna economía habrá tenido a lo largo de su historia, y donde hay economía aparece la cultura, al menos la rica arquitectura. San Clemente provincia de Cuenca se ajusta a estos postulados.
La suerte fue parar un sábado y poder entrar en esta magnífica iglesia de Santiago, donde se estaba celebrando un bautizo. 




Aquí tenemos a Santiago matamoros en el altar.

Un cristo yacente, como en mi pueblo hay dos, siempre los fotografío.

siempre me acuerdo de mi amigo Teodosio, muy aficionado a la representación de la Piedad.

Los pasos de Semana Santa: dos piedades más en esta foto

El ayuntamiento

el escudo de la casa de Austria, con el cordero de los Augsburgo colgando.

                                                                        Un trampantojo


un palacio con su blasón pero con la puerta tapiada

                         Otro palacio este con la cruz de Santiago a la derecha(creo)

Y con esto doy por finalizado el relato de nuestro principal viaje de 2021, que en gloria esté. 

martes, 11 de enero de 2022

Micro y macro

 Flotan unas declaraciones del ministro de consumo español denostando la carne española en una entrevista a un importante periódico británico. Aunque hay gente que, a pesar de que el ministro hace más de medio año dijo que la carne es "muy mala" para la salud, sostienen que esta vez solo se ha metido con las macrogranjas y, por tanto, tratan de centrar la controversia en estas grandes explotaciones ganaderas.

En primer lugar creo que si un miembro de un gobierno considera que algo no funciona bien y que hay que cambiarlo, lo lógico es hacerlo aquí, en su gobierno, sin pedir ayuda a la prensa británica, país que -recordemos es bastante aislacionista hasta el punto de que ya ni siquiera está en la Unión Europea: el único poder de aquella prensa será sobre sus lectores británicos que, obviamente, se verán influidos para dejar de consumir esta carne tan "maltratada": la de las macrogranjas y las de las microgranjas. Sencillamente al ver que es carne española optarán por otra carne o por carne de otros países (los británicos creo que no son mucho de pescado) Los ganaderos españoles -todos- a través de sus organizaciones le "agradecen" esa minoración en sus ventas, pidiendo su dimisión.

 Gobernar a través de la prensa extranjera no me parece operativo: yo, que he sido varias veces y ahora soy de nuevo presidente de la comunidad de vecinos, cuando hay un problema lo resuelvo yo mismo o con los vecinos, y no se me ocurre ir a las radios locales ni conceder una entrevista a la Gaceta de Salamanca a decir "que si tal o que si cual".

En mis viajes creo que nunca he visto ni olido ninguna macrogranja, pero por Segovia y Ávila he olido varias micro o medio granjas porcinas, subiendo rápidamente las ventanillas del coche y volviéndolas a abrir unos kilómetros después, para que se fuera el ácido olor desagradable que se había colado dentro . Es un olor al que ya estoy desacostumbrado pero que acompañó mi niñez, pues en mi corral y en los de todos mis vecinos había una pocilga con uno o más cerdos, que me tocaba limpiar y echar sus heces en un carretillo y sacarlos a los muladares. Todos los caminos de salida de mi pueblo estaban llenos de muladares que verdaderamente olían muy mal. Supongo que eso se nos quedaría en la ropa a los pueblerinos sin ser conscientes de ello.

                    El corral de mi casa. Mi madre mi hermano y una marrana que criábamos y que terminaríamos devorando

Antes los españoles estábamos más dispersos por todo el territorio y ahora estamos cada vez más concentrados, (la capital de Ávila no tiene agua suficiente con la que abastecerse, sin embargo la mayor parte de la provincia se sigue concentrando allí) 

En cuanto a los los olores residuos y gases de las granjas creo se podrán gestionar mejor a lo grande como se hace con los residuos sólidos urbanos. Antes, en la minimicroganadería que yo conocí no se gestionaba nada de nada. Bueno... yo con el carretillo.

La concentración y lo "macro" son el sino de los tiempos: megaciudades, megafábricas, megacentros comerciales y cada vez más megaglobalizado todo en general. La economía de escala prima, y si queremos comer jamón, chorizo, filetes, de un determinado precio han de producirse en grandes instalaciones, como se hacen los coches, las galletas y las lechugas iceberg.

Últimamente nos han prohibido hacer matanzas como toda la vida, han de ser hechas no de esta manera


sino en una macro instalación con atontadores eléctricos, veterinarios, etc para que el marrano no sufra, ni emita esos espantosos gruñidos que llenaban las primeras horas de los inviernos en los pueblos de España.

Supongo que para quitar los pelos del cerdo se emplearán limpios gases de Argelia que vienen en macrobarcos o en macrogaseoductos. En mi pueblo los choscarrábamos con pajas grandes llamadas berceas.


Creo que nadie quiere tener a su lado una explotación ganadera ni grande, ni pequeña. Tampoco una central nuclear, un crematorio, una refinería de petróleo,  un centro de internamiento de menores no acompañados, una azucarera etc. etc. pero de todo eso tiene que haber y mejor concentrado que diseminado.

Porque las cosas actualmente o se hacen a lo grande o son carísimas. Por cierto, creo que tenemos el gobierno más grande y caro en número de ministros de toda la historia, (y eso que las comunidades autónomas gestionan tantos asuntos como ellos)

La familia que yo he formado eligió vivir en una mediana localidad habiendo podido hacerlo en tres ciudades capitales de provincia así que tengo la ventaja de que escogí lo micro, mis impactos son menores, mi agua está más cerca, mi depuradora también, mi oxígeno etc. Yo creo ser de los pocos que prefiere lo micro, pero vosotros, el mundo, en general, no.

Considero que un gobierno si es coherente con lo microrazonable debería intentar desalojar las ciudades y llenar de servicios y puestos de trabajo el campo (todo el territorio) para que los recursos: agua, basuras, contaminación, aparcamiento fueran menos nocivas por concentración. Pero no van por ahí los caminos que yo veo trazar.

Aunque a lo mejor el ministro Garzón, con ayuda de la prensa británica, nos lo va a enderezar todo.

  

jueves, 6 de enero de 2022

Lectura morbosa

Un buen amigo me pasó la afición por Patricia Highsmith. He comprado y leído bastantes libros de ella y, de los que tengo en mi colección me faltaba éste y Extraños en un Tren, que un día empecé y, de puro placer, tuve que interrumpirlo. Algún día lo culminaré.


Hoy estoy con "Ripley en peligro", y estoy con él, tengo mucha capacidad de compadecer y meterme en los personajes, y como Ripley es malo, tengo la sensación de haber hecho algo malo y seguirá conmigo hasta que acabe el libro, como las otras veces. Es una lectura morbosa; estoy atrapado en ella y me gusta la sensación y eso que no soporto las películas de miedo: la música, cuando alguien se está metiendo en lo oscuro, me estremece hasta un punto que no aguanto, tengo que salirme. Me pasa parecido con la violencia, que aguanto bien en la literatura, pero casi no puedo verla en la tele. En la realidad, como Juan Sin Miedo, otro personaje literario, no tengo miedo de meterme en casi ningún lugar.

Nunca me duelen prendas en afirmar que soy bastante buena persona, así que aproximadamente soy  lo contrario a Ripley. Supongo que me excita su cálculo, su anticipación, su arrojo hasta la violencia imprescindible para no tener que perder, humillarse o reconocer que ha estafado o robado. Soy un carablanda que disfruta metido en las aventuras de un caradura.

Examinándome sicológicamente un poco es posible que sean esos "tierratrágame" que están ocultos en mi pasado, esos que el encuentro con alguna persona, o la simple aparición, percuten o pellizcan mi autoestima, son los mismos cadáveres ocultos que tan bien "gestiona" Tom Ripley, y que (estoy casi absolutamente seguro)  en mi caso la gente habrá olvidado, si es que reparó entonces en mi patinazo u obcecación. 

Pero yo -creo que como todo el mundo- los tengo como un peligro latente en el sobrao de mi alma, y eso es lo que me hará empatizar tanto con este personaje de la literatura universal.

lunes, 3 de enero de 2022

Repaso y orden

Yo no celebro mi cumpleaños. A cambio el fin de año, con ayuda de los medios de comunicación, hacía un repaso y un balance; era como una fiesta de la reflexión y también me metía en el año que iba a cumplir, empezaría/empiezo a decirme que tengo 58, aunque casi faltan nueve meses. Era una manera de celebrar comunitariamente y ordenar los acontecimientos. 

Al hacerme viejo todo se gasta, especialmente las ilusiones, las del mundo también; el caudal de lo vivido hace que todo se relativice, se licue, se evapore, pierda su importancia. Este año no vi ningún programa resumen de nada, quizá en algún telediario hayan puesto una secuencia de los muertos famosos que hubo este año, pero echo de menos lo de otros años, quizá no lo he buscado. Hace mucho tiempo que dejé de ver Informe Semanal, que era un programa importante y ahora no lo es, también había resúmenes en la parte abierta de Canal +; tengo grabados en video, incluso tengo en mi colección videos-resumen que compré baratos.

Pero en una catástrofe todo es desorden, los tornados, las inundaciones, los volcanes, las guerras, y la pandemia, que también lo confunde todo, lo descomunitariza. Tanto miedo a la "transmisión comunitaria" hemos perdido la comunidad de casi todo: las fiestas, los entierros, la vuelta ciclista, las ferias, las procesiones, los velatorios, las bodas... Mira que yo soy muy poco aficionado a todo eso. Vengo de un mundo de pueblo, recuerdo cuando en el mío alguien se compraba un coche nuevo, los vecinos lo admiraban, se montaban en él, el dueño les daba una vuelta, incluso los vecinos de otros barrios hacían por pasar para ver el coche nuevo de...

El bicho nos ha dejado solos con nuestra fealdad, con un espejo que solo nos hace viejos y nos muestra tristes, y a medida que permanece y rebrota, nos roba la esperanza. Todo se va perdiendo, nada va a merecer la pena, ¿Dónde encontraremos la vieja, (quizá falsa, en cualquier caso hoy idealizada por mí)  alegría comunitaria? 

sábado, 1 de enero de 2022

EL COMUNISMO ayer y hoy

En estos días ando acabando dos libros de primeros de 1970, los dos fueron premios Planeta y los dos tratan bastante de religión. Uno es una novelación de los últimos días de la vida de Azaña y sus conversaciones con un obispo francés que fue a visitarle, y otro se llama La Cruz Invertida; la religión está onmipresente en este último como estaba entonces en muchas cabezas de agnósticos, de no practicantes y de público en general.

Otro tema que aparece en ambas novelas era el comunismo, que también flotaba, y cómo, en esos años de seria alternativa para los occidentales. Poco se sabía lo herido de muerte que se hallaba en los lugares donde estaba implantado. (En mi pueblo el primer extranjero que vivió -ya en el siglo XX- fue un búlgaro  que, caído el telón, contrató un primo mío de pastor, aunque en cuanto tuvo papeles y adquirió el derecho de residir en cualquier parte, se escapó a la costa. 

¿Quién diría entonces que la prostitución de "blancas" estaría copada por mujeres excomunistas?: todo lo que era dignidad de camaradas, atletismo, no explotación del hombre por el hombre, igualdad... 

Y es que nadie quiere la igualdad: el género humano se prefiere desigual, los coches actualmente tienen cientos de alternativas entre marcas modelos, colores, acabados... Recuerdo también de esas fechas de mi adolescencia las imágenes de los chinos maoístas que vestían con gorra e indumentaria azul, y tenían dos o tres clases de bicicletas para elegir. Hoy, cuando sacan Beigin por la tele (la Pekín que decíamos antaño) no se ve una bicicleta, a pesar de que son los mayores productores del mundo. 

El comunismo en los años 70 ofrecía universalmente trabajo seguro y bien/malestar compartido y producía vértigo y hasta complejo la comparación con la España de entonces. Era lo más racional, y mucha gente aquí estaba dispuesta a arriesgarse a ser encarcelado por el partido.

El batacazo fue histórico. Todo se volvió, como un calcetín, del revés.

El comunismo no está en la cabeza de nadie, la palabra en España suena muy mal, a insulto, como en los tiempos de Franco. No ha vuelto, ni volverá a pesar de que todas las vacunas del covid de países prósperos o mediopensionistas, nos la estén dando gratuitamente, comunistamente. 

Siendo lógico que se haya obrado así, por orden, es lo único que nuestra sociedad tolera que permanezca de aquella idea de "todos iguales". No hay más que ver cuánta gente trata de diferenciarse con el uso de la -otra vez- obligatoria mascarilla.