sábado, 3 de octubre de 2020

Sant Etienne, una ciudad estanca

 Sant Etienne no es tan bonita como otras ciudades francesas; parece que alrededor del siglo XVI se descubrió una mina y, en torno a ella, nació una gran urbe que se industrializó y creció sin casco antiguo reseñable.


A lo mejor me equivoco al contaros mi impresión de la tarde en que estuvimos pateándola. Es una ciudad viva y con mucha juventud que, a pesar de estar llena de carteles exigiendo la máscara en las calles y advirtiendo de la multa de 135 euros por no llevarla, no hacían caso: estaban todos muy juntos y animados en las plazas y en las terrazas. 

Pero no revueltos. Anduvimos por otros barrios cercanos a este museo de las minas y allí todos eran musulmanes, hombres viejos sentados a la puerta de su establecimiento, barberías.., algarabía racial pero estanca. 

Estaba anocheciendo, puede que todos los gatos me parecieran pardos.

Sabemos por todo el terrorismo islámico que soporta, que Francia tiene un problema con los magrebíes, porque sí que se ven matrimonios mixtos entre la raza negra y blanca, (a lo mejor es que me llaman la atención más y por eso sí los he visto) pero esta raza intermedia, no fluye como sería recomendable para la convivencia. 

Eso es lo que más se me quedó de esa ciudad en tres o cuatro horas de pasearla.









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