Yo creo que si alguien quiere aprender a pintar, a relacionarse con el color, la luz, la composición, el dibujo, no encontrará establecimiento mejor que el solar de un antiguo palacio reducido a escombros por la Comuna de París, donde a principios del XX se edificó esta hermosa estación de trenes, reconvertida décadas después en museo.
Es posible que a mí me guste mucho y haya visto más que otras, este tipo de arte, pero tengo la impresión de que en el museo de Orsay hay más proporción de “cromos” famosos de los mejores libros de pintura que en ningún otro. Renoir, Millet, Monet, Manet, Pisarro, Seurat, Van Ghog, Gaugin, Degás… y otros menos conocidos componen el museo más sensual que he visitado. (También sexual: una gozada para el género masculino tener que mirar atentamente las obras de aquellas paredes).
Hay importantes y maravillosas estatuas, pero el museo de Orsay queda muy marcado por la pintura, por el alarde de tan diferentes diferentes técnicas de trazo, de vibración de pincelada, de dibujo.
Uno sale con la idea de que debería intentar hacer algo en un lienzo.
Uno sale con la idea de que debería intentar hacer algo en un lienzo.
Apuntaré que me decepcionó Renoir, a quien yo había querido mucho en otros tiempos, -será por eso, demasiado amelocotonado, pasteleado.
el Moulin de la Galette. La gente se obsesiona por fotografiar lo que está tantas veces fotografiado en los libros de arte.
Me impresionó vivamente Van Gogh: me creo lo del sentimiento desbordado, la necesidad de pintar, es como un hombre que supiera que va a quedarse ciego y que podrá llevarse a la memoria todo el color que pinte. Creo que vale lo sobrevalorado que pueda estar.
Me gustaron mucho los cuadros que representaban África. Hace unos meses había visto a Fortuny en el Prado y estos del Orsay son mucho mejores. Creo que en este Museo no hay un solo autor español y me molesta en mi amor propio nacional que no estemos, porque allí está lo mejor de esa época. Quizá los nuestros -pensaba yo- no caben en esa antología pero al parecer el museo esta hecho básicamente de donaciones de los herederos de pintores franceses.
Es un museo que te brinda mucha luz, descanso en sus escaleras eléctricas, y unas dimensiones humanas: para que las pupilas se den una buena comilona con muchos postres. Pero cantidades saludables, no un atracón por eso guardo un recuerdo más placentero que el de Louvre.
Ver el Museo de Orsay vale por una visita a París. Es el mejor viaje a la pintura: transmite de cerca vida y emoción de pintar. (Y además uno puede intimar con la pintura de los artistas menos conocidos.)
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