sábado, 12 de septiembre de 2015

INAGOTABLE PARÍS AGOTADORA (2). El Louvre: los sanfermines de las vedettes.







Nunca he estado, ni estaré en los Sanfermines. No me gustan las aglomeraciones tumultuarias. En la cola del Louvre, a las 9,30, se da chupinazo que comienza la carrera para llegar a ver la Gioconda frente a frente, a tres o cuatro metros, empanado entre una persona que se querría quedar unos segundos más y otra ansiosa por verla otros quince segundos. La Gioconda nunca está sola para intimar con ella: son los decímetros cuadrados más vistos en el mundo. Como la subida a la Torre Effiel, tenía pensado prescindir de ella, pero una familia de Barcelona con la que coincidimos en la cola, me dijo que era posible y que ellos habían venido a verla de nuevo. Lo intentamos. Después de los escrutinios de seguridad, mi hija y yo decidimos seguir a paso ligero las fotocopias en blanco y negro que indican el camino a la supervedette. El paso ligero de todos nos llevó a correr pero una vigilante nos llamó la atención cuando emprendíamos al galope la subida de las escaleras de la Victoria de Samotracia. Nos conformamos con seguir adelantando gente apretando los músculos pero siguiendo la marcha atlética, es decir, sin levantar ambos pies simultáneamente del cielo. Por el camino se iban quedando otros leonardos conocidos, rafaeles, tizianos y muchos otros pintores italianos de mérito. Al llegar estaba como se ve en la foto lateral. Preferí rodear y fotografiar a los giocondistas.




Renuncié definitivamente en quemar tantas energías en una sola obra, habiendo tanto y tan meritorio por descubrir en el museo. Después supe que hubiéramos consumido solamente media hora, resultó que volvimos a encontrar a los catalanes en otra sala y la señora de la familia  nos contó que Mona Lisa sonríe solo con media boca, que tiene una parte masculina y otra femenina..., quería soltar una charla: no me cabe duda de que se había leído –en libros- el cuadro lo suficiente como para dar una pequeña conferencia, porque es imposible que en quince o veinte segundos hubiera deducido todo lo que pretendía contarnos.

Pero al Louvre tiene muchas más vedettes.
Y acercarse a ellas es algo tan irrespetuoso, desorganizado y festivo como  puedan serlo los sanfermines. Fue la primera decepción de París. La ciudad cara, del glamour, de la clase, apuesta por asumir el turismo borreguil de masas. 
la Venus de Milo enseña sus pechos a los excitados artilugios captadores de imágenes de los turistas

No hay mucha demanda para capturar el perfil de esta Venus. Esa ventaja tenéis, ahora lo conocéis, y yo no tuve que pelear a codazos por un sitio para conseguir el frontal

No existe un respeto religioso a la pintura, como en el Museo del Prado, donde uno solo puede apropiarse con la memoria de estas obras de arte, y ha de abrir los ojos directamente a la maravilla.
En el descomunal Louvre hay tantas vedettes que no es posible mimarlas a todas, los cuadros se muestran con un cristal protegiendo el lienzo o la tabla lo cual resta cercanía, más aún cuando este cristal tiene... polvo. Yo quise apreciar el característico sffumatto de Leonardo da Vinci en el famoso cuadro de la Virgen y Santa Ana y al acercarme un poco más, pues no es una obra vedette, advertí que había motas de polvo en el cristal que la protegía,  lo cual hacían su vista y sus líneas más esfumatas de lo que concibió el autor. Me decepcionó la falta de cuidado del museo.

He visto comer, incluso beber cocacola y fotografiar con flash en abundancia, en el museo del Louvre. Cuando se apuesta por la masa y la institución se centra en la protección del vedettismo se descuida el resto; y lamento decir que eso pasa hasta en la rectilínea Francia. Me dio rabia y decidí no fotografiar, como si estuviera en el museo del Prado. Luego viendo la voracidad de otros visitantes, se me olvidó mi propósito y no sólo fotografié, sino que terminamos comiéndonos los bocadillos y bebiendo el agua que llevábamos,  sentados en el suelo del corredor a una salida, sitio donde unos japoneses ya habían decidido hacer lo mismo. Aclaro que en ese pasillo no había ni cuadros ni estatuas ni muebles. A tamaña falta de respeto no llego.
dos chicos haciéndose sendos "selfies" con dos estatuas del Louvre


mujer con palo  para autorretratarse en la sufrida Mesopotamia.

Creo que vimos todas las salas, incluidas las de arqueología de los cimientos, y restos de palacios, muebles, joyas, retratistas franceses, culturas antiguas rapiñadas, Egipto, Italia, Grecia, Chipre, África, Asia, Mesopotamia (gracias Francia) y estatuas y pintura francesa, de mucho mérito que no conocía y cuyos nombres no apunté. El Louvre es una exageración, ya el Prado lo es y quizá sólo tenga la mitad o un tercio de obras de la pinacoteca francesa. Cuando vea un documental o una presentación en disco de los cuadros recordaré parte de los que vi.

Posdata:
Esta es la escalera que conduce a la Gioconda, yo la retraté en otro momento posterior, porque cuando trataba de llegar cada segundo era demasiado valioso como para detenerme. arriba se atisba la Victoria de Samotracia.

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