jueves, 19 de marzo de 2015

Se heló la prematura flor de la primavera árabe.

Se heló la última flor de la primavera árabe. Fue ayer y en el sector Mediterráneo Norte podemos frotarnos las manos de divisas turísticas por varias décadas más.


Creo en la diplomacia. Cada vez practico más diplomacia en mi trabajo y en mi vida. Pienso que es un síntoma de madurez. Creo en la excusa y en el excusado. Aunque me gusta  Marylin en la película “La tentación vive arriba” con la falda levantada por el viento del metro, merecen buen castigo quienes levanten la falda a las señoras.

Y todo empezó con las estúpidas revelaciones de Wikiliks. Era gracioso escuchar esos cotilleos sobre los países y sus dirigentes. En Europa ya sabemos desayunarnos con estas noticias, que mueren y nacen cada semana, pero los países en vías de desarrollo con un  avejentado autoritarismo de décadas que pastoreaba (para nosotros y para ellos)  a los extremistas, dejando filtrar poco a poco, maneras occidentales entre el internet, camisetas de Messi y demás modernidades occidentales, esas noticias de lo ridículos y corruptos que parecían los dirigentes a la diplomacia Americana, fueron las que tumbaron el equilibrio. Entonces la gente se echó sin miedo a las calles.
Y celebramos Túnez: una revolución con un solo mártir, pareció que entraba aire nuevo; y siguió Egipto, con su plaza Takrit, con freno inmediato y marcha atrás militar que volvió a tomar las riendas autoritarias; aquí ya hubo más muertos, pero siguieron pareciéndonos pocos. Con toda la brutalidad occidental, en forma de portaaviones y misiles, con abundancia ensangrentamos al amansado y senil Gadafi, en una suerte de linchamiento aplazado y después, montados en el caballo loco del entusiasmo, fuimos a por el sólido hijo de Hafet el Assad.

¡Ay! Pero hora no sabríamos como ayudarle, nuestros pilotos bombardean a los contrarios de hace un par de años. Porque estábamos en el lado equivocado y no nos terminamos de dar cuenta hasta que el virus se extendió a Irak y por los suelos ruedan cabezas de periodistas y piedras rotas de Nínive.
Porque ya no es una broma: decapitan occidentales en tecnicolor, y lo cuelgan en la red, esa red adánica de progreso que había ido, con transparencia, dinamitando los sistemas “caducos” y ayer, en Túnez, la flor más temprana, ametrallaron autobuses de turistas.

Desaparecidos gratuitamente los regímenes caducos que controlábamos ¿cuántas  décadas tardará Occidente en implantar sus valores de razón, libertad, tolerancia, igualdad entre sexos, a los vecinos de la ribera sur? ¿Cuántos muertos no padeceremos por el camino a la manera de Charlie Hebdo para infestar Europa de terror a los portakalasnikov suicidas?

Creo en la diplomacia, que es saber y administrar discretamente la información de los vecinos. Creo en el vestido que tapa no solo el sexo, sino las vergüenzas. Aunque me gusta saber, creo que con unos cuantos secretos y alguna opacidad, se vive mejor que en un mundo cristalino.

Si lo de Wikiliks hubieran sido filtraciones interesadas del gobierno norteamericano para propiciar la primavera árabe, si que la han cagado bien. Nadie escuchó a Casandra, ni tuvo cuidado con la llave de la caja de Pandora. Hace falta respeto hipócrita a las culturas atrasadas. No somos iguales. El futuro no era una línea recta hacia el progreso. La diplomacia, también es administrar la hipocresía.

A medida que me hago viejo me florece despotismo. Ni en mi más exaltada juventud creí en las revoluciones; pero ahora, con cincuenta años de perspectiva  deseo, sobre todo, conservar la vida, y empiezo a no descartar que termine haciéndome completamente derechas.


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