50 años gravitan. Desde aquí, la segunda mitad de la vida (pensando
optimista, que rayara la centena) siento que debería haber fructificado, recogido. Debo una satisfacción a todo lo que viví y a los conocimientos que me semillaron: dar a mi vida un fruto literario, digno, hermoso y grande; que invite y agasaje a todo el que lo
probare.
Estoy por crearlo y criarlo. Pero me disipo.A los cincuenta me duelen los insomnios, las desmemorias, las
torpezas, y mi imagen avejentada que no quiero reconocer en el espejo; pero lo que más, el tiempo
perdido y el no completamente aprovechado.
Debo; y quisiera pagar.
Espero que nunca sea tarde.
Menos mal que tuve una hija.
Menos mal que tuve una hija.
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