Me aborda un sentimiento de semiculpabilidad
por la suerte de tengo ahora una vida
desahogada, en la que soporto muy pocos acosos puntuales, menos taquicardias,
tensiones o discusiones serias. Y pienso en los que tienen más incertidumbres o
un trabajo más duro que el mío, que en
momentos pasan miedo, que tienen que gritar o está en su sueldo que reciban
gritos o amenazas. Por supuesto, me solidarizo con lo que es enfrentarse a una
gran incertidumbre como una conferencia con público, que te pueda secuestrar el
ánimo para hacer otras cosas.
Después de la conferencia, poco a poco
remonto y me voy centrando en mis cotidianiedades. Y esta vida sosegada me
parece ahora que no la merezco. También noto que rindo poco en mis empresas
intelectuales, leer, escribir... a pesar de que estoy durmiendo mejor. Será una
suerte de relajamiento general.
La conferencia, aunque haya conmovido una
parte importante de mi estabilidad emocional, ¿quién sabe si habrá sido un
impacto a mi futura salud coronaria o si de
un prematuro alzeimer u otra deficiencia mental? me ha prestado mucha
vida, alguna sabiduría y un comienzo de idilio con un personaje colectivo nuevo
para mí: el público presente, el que ríe, se emociona (hubo instantes en que
percibí las dos cosas) y al final aplaude. También me gustó jugar, en la medida
que lo hice conscientemente, con la gestualidad, con las pausas, con el énfasis
de las palabras, con los “crescendos y disminuendos” con el “forte, piano” de
la narración, con el micrófono, con la autoaudición.
El 11 de abril daré otra conferencia, espero
que mucho mejor, en Arenas de San Pedro. De momento, no tengo miedo. Por eso
tampoco quiero empezar a prepararla, para aprovechar el vacío de tensión y
hacer otras cosas. Ojalá aguante hasta la cuesta abajo de la última semana.
Creo que quiero sobrevolar con suficiencia al
público y divertirme modelando el mensaje, conduciendo la situación, como
conduzco ahora mi coche disfrutando mucho de los paisajes. Claro: los días de
la autoescuela, no miraba el paisaje, estaba demasiado pendiente de la caja de
cambios, de los peatones, del ruido del motor, de las actitudes de otros coches
u de todo lo imprevisible en el dominio de ese nuevo espacio.
Quizá será un poco pronto para pretender
disfrutar de este otro paisaje humano mientras lo conduzco.
De momento termino de podar y cavo mi huerto;
y aplaudo a la primavera que se abre.
capullito de flor de peral
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