Ya no sé si soy de izquerdas, pero me es
insoportable que haya gente que tenga un sueldo fijo o la pensión vitalicia de
26.300 euros que se asignó Teddy Bautista. Como de 23 millones de dólares fijos
del presidente de la Coca
Cola. Aquí, en España se puede vivir, en mi familia de tres
miembros vivimos, salvo cuando nos vamos de vacaciones a Roma, decentemente
gastando menos de mil euros al mes. Muchas familias tienen que vivir con menos
aún y no pasan hambre, ni carecen de
vestido, ni prescinden del coche.
Claro, que para alguien tienen
que ser las clínicas privadas sin listas de espera, los áticos en la Gran Vía o en la Diagonal , los resturantes
Michelín, los hoteles de cinco estrellas... Eso, que para nosotros es un lujo,
para aquella gente será una necesidad básica. Yo paso una parte del tiempo
pensando en comprar barato, bien atento a las ofertas de mis supermercados.
Supongo que estas personas no miran los precios, entran donde ven algo que les
guste y lo pagan, porque tienen derecho a ello. Era el lema de una compañía de
cosméticos que anuncian actrices glamurosas. Porque yo lo valgo.
Esto nos dice que hay dos clases
de personas. Dos clases de derecho a vivir.
Pero no me molesta que un
empresario que se juega su patrimonio y que puede perderlo por diferentes
avatares, que lo suele reinvertir para ganar más dinero, es decir: que sea millonario ganando
en una pelea económica que puede perder. Me molesta que haya gente que se
asigne esos sueldos seguros de escándalo.
No es justo y además, no lo
valen.
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