Esta no es la virgen sino la madre que lo parió. Se trata de una visión maternal de la madre por antonomasia del cristianismo, cuya maternidad deja en evidencia una mujer de carne y hueso. Con miedos y con dolor, con el desgarro de una madre que pierde a un hijo en nombre de altos ideales religiosos. Vemos a la madre verdadera, la que soportó el embarazo, la que amamantó y siguió buscando alimentos, la que defendió y educó a su hijo, con el que tiene la confianza "como si le hubiera parido". La que siente el secuestro de su vida por el fanatismo religioso. La que no comprende nada mejor que su elemental maternidad, ¿habrá un sentimiento más primario que el de una madre protegiendo a su hijo?
El hijo es Jesucristo y esta visión es dinamita para la teología. El teatro estaba lleno, pero hubo una persona que se fue al final, creo que era doloroso en cuestionamiento de las creencias divinas, que supone esta obra tan humana.
Yo no soy creyente pero entiendo el dolor y la falta de respeto que implica para los que tienen fe en esos axiomas. Sobre todo que te lo cuestione una madre, desde el punto de vista de una madre. ¡A ver quien se atreve con una madre!
Blanca Portillo hace de madre con tal abnegación que llena el escenario de incontestable maternidad. Una gran obra para una gran actriz. Mi generación y las anteriores entienden bien el escándalo porque nos educaron con la ceguera de que una madre no debía comportarse como las madres que conocemos, sino como una madre patria (cosas más incompatibles con la realidad maternal)
Sólo quiero alegrarme de que no vivamos en un país integrista en lo religioso. En un país de estos (o en el nuestro hace unos siglos), Blanca Portillo no hubiera podido llevar su blasfemia hasta el final, la habrían matado.
Viva la madre que la parió.
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