miércoles, 24 de septiembre de 2014

El despotismo preservativo

Acabo de leer que el movimiento Podemos renuncia a presentarse a las elecciones municipales; no porque carezca de militantes, que está recibiendo en aluvión,  sino porque quiere algo así como “preservarse”. Eso del preservativo no suena nada bien, cierto que no quiere mancharse, no quiere contagiarse y esto parece bueno, seguramente es lo más higiénico; pero tampoco quiere semillar, que es lo natural.
El poder cercano, el más concreto de gobernar, administrar a los conciudadanos, es municipal: uno tiene que organizar las aguas, cómo y cuándo limpiar las calles, plantar o podar árboles, hacer o evitar que se construya, que haya espacio para parques, organizar fiestas, cobrar impuestos, contratar gente que haga estas cosas. No es sencillo y en cualquier caso, no suele ser lucido y siempre es muy arriesgado, pues está sometido a crítica directa; pero, sobre todo,  es necesaria mucha gente tomando responsabilidades: hay demasiados municipios en España, para que un militante advenedizo, como lo serían todos, pueda meter la pata, incluso la mano. Y con las ganas que le tienen a Podemos los otros partidos y muchos medios de comunicación, el asunto sería estrépitosamente aireado.
Podemos se “preserva” para los grandes cambios, es la cabeza de un gigante sentado con pies de los que no se fía para asentarse en el suelo. Estaría fatal que un cargo municipal se corrompiera, incluso podría ser un militante infiltrado, un “troyano” para desprestigiar al sabio y carismático fundador, mantenedor y cara. No se pueden arriesgar: su política es macro, de altos vuelos, de grandes maniobras: como si se reservaran para un “polvazo” con una reina.
Para los que mandan en  Podemos, seguro que  es demasiado bonito, demasiado elevado, para dejarlo en manos, - y que lo manosee- de la gente.
Aunque era un movimiento que parecía que podía y debía crecer desde abajo hacia arriba, -es lo lógico, lo democrático, lo natural- la gente discutiendo en las asambleas del 15-M y creando, decantando  un programa, sacando líderes, proponiendo soluciones concretas. 
Hace cuatro años, haciendo turismo, nosotros nos detuvimos una noche a escuchar una asamblea del 15 -M en Aranjuez. Se  hablaba del uso del agua de la localidad y resultaba una muy educada puesta en común de ideas, la gente pedía la palabra, se pasaba el micrófono, argumentaba,  aunque no me quedé hasta el final; no sé si se resolvería o se acordaría un rumbo, una medida (apuesto a que no). Pero desde ahí tiene lógica un movimiento, lo que carece de ella es, de rebote de aquel recuerdo, auparse desde un programa de televisión, poner la fotografía del líder televisivo en las papeletas y, sorprendidos todos por el éxito y las repercusiones, sabiendo que es la gran esperanza de la izquierda verdadera, ahora “preservarse” para la macropolítica porque se tiene miedo a que la gente de base “la cague”.

Lo que inevitablemente me recuerda al despotismo ilustrado, “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” 

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