sábado, 8 de febrero de 2025

Los Maia

Termino de leer este novelón que deja mal cuerpo. Está lleno de complejos. Yo amo Portugal y me escuecen estos dos volúmenes.



Cuentan la vida de unos niñatos aristócratas de Lisboa que no dan ni golpe, entretanto se encaprichan de mujeres, van al palco del Teatro de Ópera San Carlos, compiten odiosamente por amoríos, se retan, se odian, compran y alquilan casas, muebles, decoración... vivencias con gran desprecio por la clase trabajadora portuguesa que es quién, aunque no se diga, ha de mantener todos estos dispendios con su sudor del que se llevan el mayor rendimiento estos señoritos gastadores. Esto no sale en la novela, tan solo un sobrio administrador que se llama Villaça, que supongo que es quien se encarga de la recaudación de las fincas de estas familias pudientes, para engrasar todos los gastos de esta gente, desde un abuelo muy serio y consternado, hasta su nieto que no se entera de qué va la vida y termina apoteósicamente en despilfarrador cabeza rota como su amigo más íntimo.

Pareciera que unos jóvenes portugueses decentes de esa época solo son dignos de  vivir en París si pueden permitírselo, o haciendo viajes por Italia. Londres también figura en su imaginario de preferencias, aunque no es la referencia más deseada.

Los protagonistas viven por encima de Lisboa despreciándola, en algún momento los personajes se atreven a reivindicar los fados pero es para despreciar el flamenco, pero el autor lo hace sin mucha convicción de que sus lectores puedan pensar que es algo digno. Estos mocitos también escapan a Sintra, y a alguna casa de veraneo en el Duero; han sido estudiantes en Coimbra, pero ninguna lección les va a cundir.

Consideran ya entonces a Portugal con el viejo tópico de las toallas y el café de contrabando, de aquella maldita frase que he escuchado más de una vez "España es el culo del mundo, pero Portugal es su almorrana".

Están obsesionados por París, pero también por España a quien desprecian solo menos que a Portugal, y de la que piensan que les van a invadir cualquier día y también que quizá eso sea lo mejor que pase. El tirar por tierra lo suyo hace que en algún momento se lea, para alabar la belleza de una conquista:

La mujer más bella de Badajoz hasta el mar.

La mujer más bella de Portugal no puede competir con las españolas. Badajoz es una capital que está a pocas decenas de kilómetros de la frontera portuguesa.

Los portugueses son modestos y trabajadores, hablan con mucha educación y aprenden idiomas con humildad, tienen un país menos agraciado físicamente que España, su tierra es menos fértil, por eso en su día se volcaron en el mar en África, en Asia, en Brasil, pero con poca fortuna, el imperio portugués es como un imperio de segunda división.

                                                            


Los españoles tenemos olvidada a Portugal, miramos para cualquier otro lado. Nuestros productos agrícolas son más baratos y de mejor aspecto que los suyos y nuestra industria también tiene más prestigio. Ellos nos compran, y nosotros muy escasamente, sin darnos cuenta ni apreciarlo. Les encanta el fútbol y no les queda más remedio que reconocer que nosotros somos mejores, en selección y en clubes, y que nunca podrán superarnos por mucho que estudien, inviertan, se ilusionen. La idea de que los españoles vamos a Portugal solo porque está cerca y además es o fue barata. También me da la impresión de que hay más españoles que han ido a París o a Londres que a Lisboa.

Todos los portugueses saben español o tienen la sumisa obligación de entendernos, porque ellos necesitan pasar por España para llegar a París, y son más bajitos y sus mujeres más hirsutas, y tienen un cine pobre, y son siempre aliados de Inglaterra que es superior a España, quizá por darnos en las narices. Del libro se desprende que los portugueses creen que si a España le interesara invadirlos los derrotaría "con la gorra" y que si no lo hacemos es porque no tenemos casi interés en lo que hay desde Badajoz hasta el mar.

Y esta es mi conclusión, no os cuento la trama del novelón, porque tiene algunos giros dramáticos que no debería matar yo. El final y las resoluciones del protagonista Carlos de Maia, es propio de alguien que no se quiere y siente que no le quieren, como ese arquetipo que he dibujado.

Yo sí quiero a Portugal, y me siento hermano de los portugueses (cuando me acuerdo de ellos) por eso el libro me ha dejado con tan mal cuerpo.

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