domingo, 26 de abril de 2020

Enmienda a la totalidad 3 (o al menos una severa enmienda parcial)

No lo he escrito públicamente hasta ahora, pero yo, durante esta crisis, he salido a mi huerto todas las veces que me dio la gana.
Vivo al lado del campo en un bloque de pisos compuesto de 9 viviendas donde viven, aparte de mi mujer y yo tres personas nonagenarias y un matrimonio con una niña de pocos años. Mi único peligro hasta llegar al huerto es el picaporte de salida de la puerta donde pudieran haberlo dejado esas seis personas más una chica colombiana que viene a atender a una de las ancianas y el cartero, porque el pasador de la escalera no lo toco. Me bajaba un guante, pero ahora lo abro con la manga por ser extremadamente cauteloso.  Después salgo al campo, un campo donde nunca he visto en 14 años ningún uniforme, por eso no tengo miedo y me meto en el recinto de mi huerto.

Creo que eso se debe estar haciendo en todos los pueblos pequeños de España. La tan citada España vacía, o España vaciada hoy es la España de la salud y de la semifelicidad. No existe riesgo porque no hay apretura, el bicho no vive porque ha venido a vaciar las ciudades. En el campo no puede asentarse porque no hay gentío que lo sustente.

Porque el hombre a pesar de llevar escribiendo unos milenios por ejemplo el Beatus Ille o feliz aquel que abandona la ciudad y busca los placeres sencillos del campo, no cesa de apelotonarse en ciudades, y en las más grandes más. En los años 80 el grupo Leño cantaba Es una mierda este Madrid ni las ratas quieren vivir, Aute susurraba no aguanto este coñazo de Madrid, y Sabina que me lleven al Sur donde nací, aquí no queda sitio para nadie...  pero lo decían con la boca chica porque casi ninguno, ni ellos mismos, lo practicó.

La gente ama tener todo bien o servicio al alcance de la mano: uniformes, repartidores, ambulancias,  poder encontrarse con, ver otra gente activa, guapa, que se arregla se maquilla, que tiene prisa..., poder ir a museos aunque  vayan solo cuando les llega una visita a casa, poder ir a teatros aunque casi no vayan. Tener cerca los mejores hospitales, lo que al final ha resultado el mayor foco de contagio de bichos.

Somos animales que comemos, cagamos y respiramos. No es más lógico distribuirse cómodamente por el territorio que concentrase en hacerlo en masificadas ciudades, apretados e incómodos.

Viendo las ruinas del Imperio Romano siempre nos preguntamos ¿por qué esto al final se vino abajo y la gente volvió a los pueblos? ¿por qué esta historia duró del siglo V al XV?, culminando a principios del XXI en el que la glamourosa Nueva York es la megacapital de las muertes el miedo y desolación. No quiero pensar lo que pase en Calcuta, El Cairo, ciudad de México...

Parezco bobo ¿por qué me pregunto yo esto? hace dieciséis años pude vivir en tres ciudades o en un pueblo y elegí campo. Mirad donde estoy escribiendo.

A lo mejor el bicho os enseña a apreciar el paisaje, el aire, el espacio, la libertad. Sé que todos no vais a poder veniros a sitios así pero los que podáis ¿qué pintáis en el mogollón?

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