Sin duda sería la novela histórica lapidaria de España, si hubiera lápidas y marmolistas
suficientes para grabar sus miles de folios. Voy a tardar años en leerlos, pero
no me dará tedio; estoy seguro. Es una habilísima trama que, de momento, cuenta
la vida de un niño, Gabriel, que crece y madura
tropezando con la historia española desde primeros del siglo XIX.
Como novela
está muy bien, y como historia histórica es apasionante.
Cuando yo leo
un libro a menudo existe la incertidumbre sobre si podré con él: Muchas veces
miro los números de las páginas para calcular cuándo llegaré a la mitad. Sé
que, por ejemplo, cuando paso de las doscientas, acabaré un libro de
cuatrocientas; aquí, teóricamente, cuando pase de las 2343 (estos tres volúmenes suman 4.686 descontando un extenso glosario de personajes), -no creo que antes de la próxima primavera logre tamaño jalón-, estaría vencida. Pero con esta obra no importa: sé que si
la salud o un trabajo absorbente y agotador me lo impiden, lo voy a leer hasta el final. Pero no estoy mirando las páginas: da vértigo.
Me congratula
todo lo que aprovecha Galdós para diseccionar políticamente el carácter del
español y también que lo hace con muchísimo sentido del humor. He leído y tengo en mi
biblioteca muchas obras de este autor y no le atribuía el especial brillo cómico
que ahora estoy gozando en esta lectura.
Pienso que, al
menos, alguno de estos episodios deberían ser obra de obligada lectura para los
bachilleres españoles. Por lo ameno y lo didáctico, y por la riqueza de su idioma e
imágenes literarias, incluidos refranes.
No debían obligar el Quijote, que es un alarde que precisa de mucha preparación; mandarlo a los bachilleres es una quijotada sin provecho en el 95% de la gente. Yo, supuestamente, leí el Quijote con 15 años, pero realmente lo tuve pendiente hasta los 34, cuando lo disfruté a conciencia.
No debían obligar el Quijote, que es un alarde que precisa de mucha preparación; mandarlo a los bachilleres es una quijotada sin provecho en el 95% de la gente. Yo, supuestamente, leí el Quijote con 15 años, pero realmente lo tuve pendiente hasta los 34, cuando lo disfruté a conciencia.
Sin embargo,
los Episodios Nacionales se leen con mucha facilidad, sólo es necesaria una
poca de información histórica.
Ya os iré
enterando de todo lo que me gustan.
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