Poco después del 11 de septiembre de 2001 estuve discutiendo con un amigo vasco sobre si la ETA se acabaría en poco tiempo, -que eso defendía yo- o sí quedaba mucho todavía.
Yo creo que el terrorismo auténtico es éste que ha aparecido: el terrorismo masivo, indiscriminado y suicida. El que no llama por teléfono para que desalojen. Y una vez que se presentó, languidecieron los terrorismos cobardes, pagados, que buscaban el favor y la comprensión de una parte del público. Los que se practicaban por aquí: IRA, ETA, se convirtieron por comparación, en algo casi insulso, -tampoco quiero hacerles de menos: eran asesinos-, pero infinitamente menos aterrorizadores que la irracionalidad y el desprecio por todas las vidas que practican los yihadistas.
Además, el terrorista suicida busca la sublimación de su imagen de persona absolutamente determinada por sus creencias. Una imagen que se queda en el vídeo de despedida, unido a las imágenes de la masacre que fue capaz de perpetrar. Un icono incontestable, una opinión "pura", inmutable.
He pensado estos días en que muchos etarras condenarán la barbarie indiscriminada de París. Incluso no descarto que alguno, viendo el daño que padecen las víctimas y sus familias, termine por abominar lo que él mismo hizo.
Creo que todas las personas, incluidos los terroristas no suicidas, son susceptibles de conmoverse ante el dolor de una madre a quien arrebatan a su hijo. Por eso, con el tiempo, seguro que todas las convicciones terroristas se enfriarían; sin embargo, nunca se enfrían tanto los sentimientos humanos relativos a las personas que queremos o a la salud, más importante progresivamente, según se nos va mermando.
En estos casos, el exhibicionismo de los terroristas suicidas queda ahí como ejemplo perenne, histórico, que siempre encontrará seguidores entre los fanáticos o los agraviados, porque nunca podrán defraudarles sus ídolos.
El terrorista suicida tampoco busca la razón, ni convencer, con toda la soberbia declara "ahí queda eso" soy un héroe, consecuente hasta la muerte. Veneradme, seguid mi ejemplo..., pero, por si acaso, no me pidáis explicaciones.
Para un terrorista suicida no existen ni existirán el arrepentimiento, el humor, el cambio de opinión, ni el sentido del ridículo. Nada de lo saludable, la salud es una apuesta de futuro. Ellos renuncian a su futuro vital, lo sacrifican por la causa, por la imagen
Se lo juegan todo por la causa, seguro que sus sus hagiógrafos declararán que tenían un corazón tan grande que nos les cabía en el pecho, cuando la verdad es que sólo buscaron traicioneramente destrozar corazones de personas a quienes no conocen ni quieren conocer de nada.
Ahí queda eso: un montón de carne confundida, vísceras, sangre, estertores, gritos... y el suicida que murió matando nunca será capaz de explicar "por" qué, quizá sólo "contra" qué: pura destrucción por la destrucción,
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