Resulta insultante, pero mucha gente vive de eso, de servir, de llevar una gorra de plato, de inclinar la cabeza, de lustrar un coche negro para que no se adivine una mísera mota de polvo en su carrocería.
Pasamos delante del hotel The Peninsula, de la Avenida Kleber, a pocos metros del Arco de Triunfo y supimos que no éramos de ese mundo. Yo no tendría, con mis sandalias y mi mochila, valor para intentar entrar. Estoy seguro de que muchas cámaras me escrutarían antes para deducir en segundos que no soy un millonario excéntrico. Vamos, que soy lo que aparento. Alguien se me cruzaría en la puerta, muy educadamente, para decirme algo así como ¿adonde va el señor?, o ¿tiene usted reserva? para muy sigilosamente evidenciarme que ese hotel no es para gente.
A la puerta había muchos coches negros, Mercedes Audi de altísima gama con su chófer esperando solícitos una mínima orden encontramos aparcadas estas extravagancias
este azul y blanco es un Rolls Royce
La más obscena ostentación viene de los Emiratos Árabes. Entre los anodinas túnicas morunas se atisban impresionantes joyas y viéndolas actuar, comprar todo lo que les apetece como si la tarjeta de crédito fuera un río, con frecuencia estas señoras tienen mucamos que cargan los paquetes. No me atreví a fotografiarlas no fuera a ser que el mucamo se transformara en matón. y me aplastara la cámara.
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