Como seres vivos, constantemente cambiamos, la vida nos enseña, maduramos.
Yo, en la adolescencia, era contrario al aborto, ahora no.
Desde que me lo planteé, hasta que tuve 34 años, había decidido no tener hijos.
Ahora lo que más lamento es no haberle dado un hermano o hermanita a mi hija, y otro hijo o hija a mí.
Antes era de izquierdas, después he visto que muchas políticas asistenciales crean parásitos profesionales, y ya no me defino más por una ubicación espacial.
Pienso que el haberme apeado de convicciones que creía perpetuas me hace ser flexible, tolerante, respetuoso. Tengo una máxima cartesiana, es mi única creencia firme, que paso a exponer:
ante la duda, no bombardear.
(y esto lo escribí antes de que los americanos bombardearan el hospital de Médicos sin Fronteras)
Yo creo, en general, que los más dañinos, son los inmóviles, los que se plantan y dicen: esto es así, perfecto; al que lo quiera cambiar, me lo cargo. Ahí están los integristas de todo tipo. Los que se toman demasiado en serio.
Los de los axiomas afilados.
Creo, ya más difusamente, que hay que elegir entre los que a veces cambian y a menudo dudan. Creo que siempre hay que escuchar, e incluso tener la higiene mental de replantearse un poco hasta las cosas que se tienen completamente claras.
Sé que sé muchas cosas firmemente aprendidas, pero creo que hay que tener la humildad de dejar resquicios para aprender. Lo contrario es embrutecerse.
Los brutos son los que embisten sin pensar, aunque no creo que se pueda embestir pensando, el "homo erectus" llegó a ser hombre cuando dejó de atacar con la cabeza y empezó a levantar la vista.
Debemos seguir abiertos a reflexionar y aprender, antes de que la vida nos dé lecciones. Esto siempre es mucho más caro.
Y si la vida cambia, debemos cambiar con ella y no quedarnos clavados, por que un árbol que no crece ni cambia se convierte en un palo.
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