No veo el fútbol. No vi la final de la Copa del Rey donde se pitó y
abucheó al himno nacional y al rey. En estos días se habla mucho de eso, pero
ya se sabía que iba a suceder exactamente así.
Juntar el aborregamiento del público del
fútbol, con los equipos señeros del nacionalismo vasco y catalán, con
proyección televisiva, en un momento solemne como es la interpretación de un
himno nacional y teniendo al rey del Estado Español de pie escuchándolo
solemnemente..., es como hacer lumbre a un pajar.
Pero es lo que hay en España. El FC Barcelona
siempre va a tener muchas oportunidades de llegar a la final de la Copa del Rey y el día que su
afición no pite o pite menos al himno, será celebrado por la “caverna mediática
de Madrid” y por todos nosotros en general, como una derrota del
independentismo, de manera que, por muchos años, este abochornamiento tiene que
ir a incluso a más.
Alrededor de la mitad de las poblaciones de
Cataluña y de las Vascongadas son independentistas. Eso es un hecho, pero en el
fútbol, que es un reducto del nacionalismo más irracional donde la gente se
reúne para observar unas habilidades deportivas en muchísima menor medida que para
ver como triunfa su equipo sus colores, esto es escandalosamente mayoritario.
Así, la masa abucheará al jugador contrario que, recibe una patada y
retorciéndose de dolor o lesionado, no se levanta en el acto; le cantarán la
canción mejicana “ay, ay, ay, ay, canta y no llores...” procurará meterse con
los porteros cuando van a sacar, “ehhh.. cabrón”
o hará burla de los jugadores negros negros del equipo contrario,
haciendo el mono “uh, uh, uh..” sin que seguramente sean desconsiderados,
racistas o maleducados en el resto de su
vida.
El aborregamiento nacionalista de los
asistentes a un campo de fútbol llega al éxtasis, de manera que estoy
por asegurar que el pasado sábado
participaron en el abucheo un 95% de los asistentes, de los cuales un 45
seguramente prefieren seguir siendo españoles. Pero pitaron, no podían dejar de
arrastrarse por los colores, eran parte de aquello.
Independizarse de vascos y
catalanes y acabar así con sus desdenes,
suprimir el fútbol, jugar a puerta cerrada la final de copa, o poner un
policía al lado de cada hincha, que detenga, grabe o denuncie a cada pitador, no son buenas respuestas.
Existe una solución más sencilla y, para
mí, la única razonable: devaluar institucionalmente el acontecimiento,
privándolo de la representatividad que da el llevar el nombre del rey, evitando
así su presencia para que no haya necesidad de tener que escuchar el himno, Y así se empiece y termine este partido como cualquier otro..,y aquí paz y
después gloria.
No lo he visto ni voy a perder el tiempo en
buscar el video, pero estoy seguro que el Rey Felipe salió dignamente del
abochoramiento, aunque fueran cien mil contra uno, es un profesional y su estudiada y
entrenada gallardía -rayando la
heroicidad en el mal rato-, le otorgó muchas simpatías en todas las partes de
España, incluidas Cataluña y País Vasco.
No sería la primera vez: desde los años 70
hasta hace unos pocos años, en que ETA tiró la toalla, la Vuelta Ciclista a
España dejó de pasar por las provincias Vascongadas -el lugar de España donde
hay más ciclistas y aficionados al ciclismo por kilómetro cuadrado-, por la imposibilidad de impedir atentados o
provocaciones. Eso es ceder, cambiar la costumbre reconociendo la imposibilidad
de vencer al enemigo sí, pero fue inteligente, nada se rompió, la táctica es
ceder en lo menos, asegurando lo más. Si este país tiene arreglo simplemente
con el tiempo y la costumbre de vivir juntos, si resultan contraproducentes,
-porque excitan la fuerza de los extremos-
los golpes de autoridad hay que usar la inteligencia para evitar
tensiones innecesarias.
Remacho: no tiene ningún sentido que por
“sostenella y no enmendalla”, todos los años,
durante unos días lo que se conoce como el “resto de España” ame más de
lo que suele hacer a los símbolos patrios ultrajados y esté encabronada contra
vascos o catalanes porque hacen lo que se espera de ellos.
Y concluyo: Quien evita la ocasión, evita el
peligro.
y digo más: si se busca el "real"ce de un acto con la presencia del Rey, y su asistencia se convierte en un problema de convivencia y encabronamiento, la figura real se convierte en "el problema" y no en la "solución". Esto es tirar piedras al tejado de la -¿precaria?- convivencia nacional
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