martes, 30 de diciembre de 2014

El año de Facebook

Yo nunca he sido de celebrar mi cumpleaños. Mi santo tampoco, San Juan de la Cruz, que coincide con la fecha de la huelga general mas importante que hubo en toda la historia de España: el 14- D. Suelo decir que a final de año, ahora mismo, es mi cumpleaños. Aquí, seguramente estimulado por las fechas (en las radios televisiones y periódicos suelen hacer balances), hago yo el mío y cumplo años el 31 de diciembre.
Además, me suelo apuntar uno de más, como hacían los romanos.
Este, que iba a ser el año del huerto, ha sido, más todavía, el año del Facebook. Siempre desprecié esta concepción/montaje de los amigos digitales, incluso escribí aquí bastante contra sus pompas y vanidades. No retiro ni una palabra de lo escrito, pero reconozco que me ha dado mucho juego. Quiero creer que yo me he aprovechado de ellos, -mi argumento es que no he admitido un solo amigo más-, pero me tienen calificado como alguien de alta actividad: lo soy. Y debiera dejar de serlo, porque me he embarcado en cuatro proyectos a lo largo de este año y han sido un éxito para mí (y para la empresa de Mark Zukerberg  también, estoy seguro) aunque me han robado mucho tiempo del que necesito para hacer otras cosas.
Empecé tendiendo una red para pescar fotos antiguas de mi pueblo. Éxito rotundo: mando, influencia, liderazgo..., y 600 fotos que no tenía, pero también conflictos varios, heridas, hasta algunas noches de insomnio. Pero el balance es muy positivo, a pesar de las sorprendentes susceptibilidades que me saltaron al camino, como sapos inoportunos. También nuevas amistades. Todo es aprehender, hasta el facebook.
Ahora estoy muy feliz con la página "por las nubes" esa que me independiza de mi pueblo y de cualquier convicción, y me hace universal.
 Encuentro una comunión de sensibilidad en muchas personas que remiten sus fotos desde diversos lugares del mundo. Siento que ahora todos los participantes miramos al cielo de otra manera, afanandónos en encontrarle los tesoros para compartirlos. No es que sea una idea meritoria, pero tiene el genio de las cosas sencillas que alguien dejó de inventar, para que lo hiciera yo. Es algo primario, anterior a todo lenguaje articulado: volúmenes, colores, luces, flotando puras o enmarcadas en lo telúrico o en lo artificialmente plantado por el hombre, que nunca es protagonista. Las nubes no tienen precio, ni quizá tampoco valor, ni siquiera tienen razón; son algo previo a estos conceptos humanos, seguramente un juego o un prejuego, probablemente se nos prendió en nuestra condición de animalillos nacientes que, ignorantes de todo, flotábamos en el líquido amniótico.
La lástima es que las fotos no llenen toda  la pantalla. Hay márgenes para la sociedad, para que otros -Zukerberg-  hagan negocio alrededor de esta idea universal y celeste. Al final, aunque no nos demos cuenta, pagamos precio por todo.

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