En mi teléfono móvil, que aún es sin internet, quise ayer buscar un mensaje o alguna pista sobre si mantengo ya compromiso de permanencia con mi compañía telefónica. Empecé a darme cuenta de la cantidad de mensajes SMS que me mandan y no borro: de una cadena de gasolineras, del instituto donde estudia mi hija, de una gran superficie, de la agencia de viajes, de hacienda, de google, y de números de conocidos o desconocidos que no descolgué en su día...
Me ha llamado la atención que el año pasado me pidieron que enviara un SMS solidario para ayudar a los damnificados de un tifón de Filipinas. Y pienso ahora vagamente que me parece como un vestigio de la prehistoria de la actualidad. Tenemos a Gaza, a Sudán del Sur, el ébola que está tomando velocidad de crucero..., hace poco hubo también grandes inundaciones en Paraguay.
Pero las noticias son noticias si los medios las están reactivando constantemente. Las guerras de Siria, Ucrania,o Irak han quedado atrás, las actuales son Gaza y Libia.
Seguramente en Filipinas sigue haciendo falta ayuda, pero a nadie se le ocurriría ya pedirla públicamente, parecería un timo y además un desprecio a otras tragedias humanitarias más recientes.
Anteayer fueron condenados un grupo de miembros de Batasuna, EH, Bildu, Sortu... no sé bien: esta gente que medioponía la cara civil a ETA. Su condena a cárcel lo fue por haber organizado un sistema de captación de recursos económicos para la banda terrorista: cooperaban para que los otros tuvieran pistolas balas, bombas, gastos de desplazamiento y manutención que les permitieran dedicarse a matar. Ayer también se cumplía ¿casualildad? el 5º aniversario de los últimos guardias civiles asesinados por la banda, en Palma de Mallorca. Por cierto: el último fue un gendarme francés, (el primero que se cargaron) ahí terminaron de cagarla en todos los sentidos.
Esta explicación es para comentar que un portavoz del gobierno nacionalista vasco, llamado Yonan Fernández, ha dicho que esta condena no debe ser, que hay que mirar al futuro, como si el futuro de los familiares de los ochocientos muertos no fuera un presente continuo de dolor a cada paso y la eterna maldita pregunta de ¿por qué me tuvo que tocar al mío? ¿por qué reventaron su nuca de un disparo? ¿por qué volaron su coche? ¿qué locura de cálculo hacía que hubiera que comerse otro peón en una extraña partida de ajedrez?
El portavoz Fernández trata de aprovecharse de la caducidad pública de la "actualidad" que, como los daños del tifón de Filipinas, ya no existe más que para las víctimas y sus aledaños.
La actualidad es una perversión del conocimiento. Los escuchantes o lectores de periódicos la sentimos cada vez más volátil, (ahora es improbable que haya en la mesa del sofá un periódico "viejo" que te lo recuerde una semana después cuando lo bajas al reciclaje de papel), hoy se irá quedando atrás y desapareciendo del periódico electrónico y luego se irá a una hemeroteca digital, un limbo que se consulta buscando el tema, es decir que si en la memoria me ha quedado el tema de Filipinas puedo consultarlo; pero ya no es noticia, no es.
Por eso seguir la actualidad impide que se pueda digerirla como realidad. Cualquier anécdota como que Obama se fotografiara con el móvil de la presidenta de Dinamarca se convierte en noticia y desplaza o evapora realidades importantes. No sé, quizá ocupó el sitio de aquel tifón de Filipinas. ¡Pobre gente!
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