Nos vamos de vacaciones: a patear, sólo con el
descanso imprescindible, Roma. Estoy
vaciando la memoria de la cámara para dejar espacio donde fotografiar los
brillos romanos y he encontrado fotos de mi viaje cotidiano andando de Béjar a
Candelario.
Las amapolas son como una puesta de sol: uno siempre
debería fotografiarlas porque la belleza de hoy nunca será igual a la de
mañana.
Bajando, de vuelta a Béjar en el perfil destacan dos
torres de iglesia y, sobre todo, el palacio ducal.
Cerca del río, en la ladera casi siempre umbría,
abundan el verdor y los helechos.
Imagen del 14 de agosto: las amapolas desaparecieron y
alguna hierba se va secando.
Al fondo los altos de Valdesangil. No son tan
graníticos como parecen, hace varios años presencié como se quemó su escasa
cubierta vegetal.
Lo mejor de este verano tan fresco es que está
habiendo pocos incendios forestales. (Lo peor, para mi egoísmo, es que no me
maduran los tomates)
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