martes, 7 de agosto de 2012

El mapa y el territorio (1)


Me interesa leer lo que otros no leen. Por eso escasamente podré disfrutar de esa actualidad en la que los masivos compradores de libros gustan en coincidir(1). En este siglo he leído sólo dos libros del presente. Hace siete u ocho años me dejaron “Las Correcciones” de Johnatan Franzen. Me gustó, aunque no creo que sea, ni de lejos, la mejor novela que se haya escrito en el milenio. Y ahora tengo entre mis manos, prestada por Comendador, “El Mapa y el Territorio” de Michel Houellebecq.  En ambas novelas salen personajes y situaciones actuales, internet, gastronomía, aeropuertos y móviles, y muchas consideraciones económicas y estéticas. Se hacen cotidianamente fáciles de leer, aunque uno extraña estar haciendo esto en un volumen encuadernado con tapas duras; el lector discurre por ellas como por la actualidad de la radio o internet, no sabiendo si permanecerán por mucho tiempo: la actualidad y la economía caducan cada 12 horas.

Sólo el pasado es eterno. Uno recuerda el pretencioso París de Rayuela como parte de la eternidad literaria. El París donde transita Jed Martin, el personaje de Houellebecq, es más real, más caro (como debe ser en la realidad) , más entreverado con toda esta misma vida que nos llega a todos por los medios de comunicación y uno lo lee sin mixtificación, sin carisma. A estas alturas en un mundo de usar y tirar que se desgasta irremisiblemente, nada nos deslumbra.



(1)     aunque desde siempre, y singularmente desde el bombazo de El  Nombre de la Rosa de Umberto Eco lo que más se lee y en lo que más se coincide es en la novela histórica.










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