viernes, 23 de febrero de 2024

Sino estelas en la mar



 Caminante no hay camino

sino estelas en la mar

escribió Antonio Machado hace más de un siglo. Yo lo oí recitado esta mañana y pienso en mis antepasados que desaparecieron sin dejar rastro, quizá una casa, las tierras que nos transmitieron (o que tenemos pendiente de repartir entre los herederos) pero nada personal. Yo aún conservo palabras y recuerdos de historias que contaba mi padre, -que algunas serían de sus antepesados- pero pronto serán confundidos con las mías, con los míos, que no sé si seré capaz de transmitir a mi hija. Ayudé a construír paredes a mi padre, pero son de su autoría. Hace menos de diea años hice mis propias paredes en el huerto que compré frente a mi casa, pero desconozco quien hizo todas las anteriores.




Salgo a correr por una "via verde" que no es otra cosa que el trazado de una vía de ferrocarril obsoleta de la que se han retirado traviesas y raíles y ahora funciona como camino peatronal y ciclista. Transito sobre y bajo puentes y hechos de arcos de granito para aliviar el agua o para que pasen por encima una carretera o unos caminos. Obras realizadas hace más de cien años por canteros que cortaron y labraron la tierra con las medidas que les dio un ingeniero o arquitecto, y los albañiles que las colocaron: pequeñas y medianas construcciones perfectas y resistentes que no tienen autor conocido: kilómetros de ellas.

Volviendo a lo volátil, ¿cuántas conversaciones cruciales conforman nuestra vida? alguien nos convenció en algún momento: fueron profesores, fueron conferenciantes, periodistas por sus medios de comunicación,  entrevistas, amigos, o grupos de amigos o novias o ejemplos que nos contaban nuestros padres, tíos o historias que escuchamos que contaban en la cola de una carnicería o en la sala de espera de una estación o una consulta. "Todo pasa y todo queda" por seguir citando a Machado, por nuestra cabeza, hacemos nuestras convicciones en las que vamos cayendo, unas duran más que otras, no sé si yo tengo algún pensamiento permanente salvo huír del dolor y comer todos los días. También aprendemos de los ejemplos, pero no queda la autoría de nadie. 

A veces yo quería preguntar a los católicos, ¿tú crees en Dios por la Biblia, pues señálame diez  o doce frases que te convencieron? Recuerdo la parábola del hijo pródigo que se marchó se gastó todo y al volver su padre le perdonó y acogió. Le trató como a los demás, a pesar de que sus hermanos se quejaban de lo que había dilapidado y de que eso no es justo. Sí, un padre (mejor una madre) puede hacer eso pero no convence a nadie, por lo menos en las familias que yo conozco. Que un hombre multipircara panes y peces, resucitara a Lázaro o le pareciera bien que María Magdalena le echara encima unos frascos de colonia, el mismo hombre que tomara un látigo para echar a los mercaderes del templo, que se considerara el mesías y que aceptara su tortura y muerte porque era su destino... a mí no me convence. Habrá algo en la biblia que me pudiera convencer pero seguramente mucho menos que en cualquier libro de autoayuda o de aforismos.

Me pongo a escribir y muchas veces me disipo, son estelas en la mar; a veces sé donde voy a ir y a veces las olas de pensamiento van y vienen y no concluyo nada coherente con el comienzo. Mientras tanto estoy vivo y me acerco a la muerte dibujando estelas. 



No sé quienes sois, y si quizá alguien del extranjero me lea por aprender español, o porque le gustan mis viajes y las fotografías que hago en ellos. Perdéis o invertís el tiempo como yo en estas estelas que no quedarán, pero perdéis menos cantidad porque yo tardo en escribir esto más de media hora y vosotros lo podéis leer en cinco minutos, incluso no terminar de leerlo.

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