jueves, 19 de mayo de 2022

Museo diocesano de Teruel: vírgenes curiosas y diablos

 Junto a la entrada, que -ésta sí- merece mucho la pena de pagar (6 euros), de la catedral, te dan otra para el museo diocesano, que está enfrente. La catedral hay que verla en visita guiada y los pases son cada media hora. Como eran las doce menos veinte vimos este museo en 20 minutos, pero me sorprendieron las graciosas vírgenes que allí se exhíbian y decidí fotografiarlas para el blog. Si no fuera tan exhibicionista de mis viajes no me molestaría tanto en mirar y sacar punta a estas cosas. Por lo tanto el hecho de ser bloguero agudiza mi ingenio observador-narrativo-icónico.


no tengo todas las palabras necesarias para ese gesto; es el de una buena mujer, un poco feíta, pero nos mira con mucha naturalidad mientras el niño a pasar de estar jugando con sus manos, la está mirando a ella como diciendo: ¿Cómo se pudo fijar el Espiritu Santo en esta mujer tan corriente?


Esta otra es más guapa pero tiene un gesto facial poco amistoso (labios,barbilla...), no me extraña nada que el ángel de la izquierda la mire de reojo y con cierta desconfianza.


pero esta última tiene una mirada aviesa de verdad, y más que vírgen parece un hombre disfrazado.


No es extraño que las vírgenes turolenses salieran asi de rígidas, ya de niñas apuntaban unas maneras estatuarias remarcadas; aquí está con su padre San Joaquín, que ya no puede sujetarla -se le sale de las manos- a tan tierna edad: dura adolescencia la que prometía la chiquilla.


Tampoco podía dejar de fotografiar esta foto de familia que no había visto nunca a pesar de llevar más de cien museos y mil iglesias: abuela, madre y nieto. Santa Ana es la que se lleva el protagonismo en la imagen. La virgen es de las más guapas que vi por Teruel, aunque me recuerda a la imagen de la protagonista de Calle Mayor y Marty. El niño Jesús sale bien feíto y muy impresionado por la imponente presencia de su abuela; no me extraña que de mayor se dejara barba para dismular esa más que incipiente papada.



Termino con Satán, Belcebú, el Maligno, el diablo, no ya como Lucifer porque ya está bien desenmascarado por San Miguel, y difícilmente puede hacerse pasar por ángel con esas pintas de animal rastrero, calvo, chusco, de orejas esquinadas y con un lascivo jabalí brotándole del pecho




aquí tenemos otra encarnación de Satanás: mezcla de insecto y murciélago.
Si algún día alguien pusiera un local satánico mi opinión es que no le irían mal unas baldosas de este diseño tan picudo.




 



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