sábado, 25 de diciembre de 2021

Gobernar

 En otras casas de dice "aliñar" la ensalada. Pero mi madre lo llama "gobernar" la ensalada. Es en un sencillo aderezo de sal, vinagre y aceite, donde está uno de los secretos de la vida y de cualquier buen gobierno.

De niño me gustaba más la vinagre y cuando empecé a gobernarme este plato, como todos los niños echaba más de la cuenta, incluso, aunque sabía que esto había sucedido y había estropeado la ensalada, me decía "es que me gusta así". Con el aceite rara vez me he pasado porque, sobre todo el de oliva, es bastante caro (cuesta como siete veces lo que un litro de vinagre) y con la sal, como es tan barata y además da nombre al plato, me he pasado muchas veces, pero sin tragedia ninguna porque se soluciona añadiendo un poco de agua. Aunque este baño empobrece toda la mezcla.

De niño me gustaba que quedara mucho líquido en el plato que mayoritariamente era vinagre, y como solían quedar también residuos y pepitas de tomate me encantaba pringar pan, incluso bebérmelo. Lo sigo haciendo, lo de pringar el pan, si no ha quedado mucho charco.

Ahora que sé gobernar echo lo menos posible de sal, (no es buena para la salud)  y de vinagre, que con su potente sabor roba mucho a la ensalada y además ya no me gusta tanto; considero que la vinagre y la sal deben ser como la calefacción en invierno: que no se note su ausencia. Y de aceite lo justo para que la ensalada brille y resbale en el paladar.

Pues así deben ser todos los gobiernos: que los gobernantes aprendan a no echar mucho de lo malo para el público aunque al principio guste por su atractivo sabor, que haya un equilibrio y, sobre todo, que se sea muy cuidadoso con el gasto, para que no sobre, y para que no se despilfarre.

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