miércoles, 13 de marzo de 2019

Mola malo.


Me he leído dos de los libros  de memorias Lo que yo supe y  Tempestad, calma, intriga y crisis que este nefasto hombre escribió en los primeros años de la República para tratar de justificarse.

Emilio Mola Vidal era un hombre pretencioso que sabía escribir bastante bien; quería la complicidad de los lectores y la intenta poniendo toda su carne en el asador y muchas páginas. Creo haber notado (a lo peor es el prejuicio que tenía contra él) que sí, que estamos ante un hombre capaz, muy capaz, con agudo sentido de la observación, y también con un buen conocimiento de la naturaleza humana, pero con sus libros busca trasladar un relato a su favor. Esto, que parece legítimo, es muy peligroso que lo tuviera alguien que ostentó, antes y después de estas memorias, mando en fuerza armada si, además, se siente poseedor de toda la verdad, y también herido e injustamente postergado.  Su despecho hacia la sociedad democrática se agrava con el hecho de estar en esos momentos siendo encausado y encarcelado por haberse excedido en el uso de la violencia.

Sucedió al final de la monarquía de Alfonso XIII, que como Director General de Seguridad se empeñó en manejar a distancia la represión violenta de una algarada estudiantil. Los policías que estaban sobre el terreno, ante la desproporción de que les mandara disparar, exigieron las órdenes por escrito o dichas directamente por sus superiores, porque no lo veían claro. Mola no trata de escurrir el bulto negando que él diera las órdenes, (como algunos miembros del actual juicio del procés)  pero en el libro afirma que alguien le confundió sobre que había tres guardias civiles rodeados en una habitación por las masas y en peligro de muerte.
Mola actuó como un general que tuviera una especie de soberbia intuición. Un manejo sobre la vida ajena, mayor sobre el "enemigo",  ya lo había hecho en la guerra de África(1). Y lo volvería a hacer al montar la guerra civil.

Claro que cuando uno lee un libro cualquiera trata de acompañar y entender al personaje y sus motivaciones, uno tiende a ser dócil con lo que está leyendo, y va cayendo poco a poco en las intimidades del narrador, a no ser que tenga o le surjan cautelas.
No me ha convencido en ningún momento. Probablemente porque conozcía el final, un hombre, jefe de la conspiración con prestigio a la derecha del ejército, que se creía más listo que lo que era, un ser superior, pero a quien la chusma no solo no obedece, sino que le repudia. Un hombre que se siente mal pagado por la antiespaña dominante, por la paranoia del Komintern, por lo que ahora se diría "los progres" y no duda en organizar el golpe de estado, incluso reírse, en ese camino, de la prudencia de "Franquito".
Todos debemos de creer en nosotros mismos, en nuestra propia razón, pero si una gran mayoría de la gente está en otro lado deberíamos poner nuestras conclusiones en cuarentena. En cualquier caso, nunca usar la fuerza física, y muchísimo menos la fuerza militar que la sociedad ha puesto a  disposición, para que sea todo lo exquisitamente responsable que se pueda ser.

Para mí estos libros son los antecedentes psicológicos del cabecilla de la guerra civil, la clave de la conspiración que dio el peor momento de la historia de España.
El mayor odio nace de pretender el mejor amor, si entonces lanza su salto de sapo el rechazo, así los hombres matan a las mujeres que amaron, los políticos roban a espuertas (ahora tenemos delante el caso Zaplana) y `personajes como Mola conspiran para derribar por la fuerza al gobierno elegido.



(1)En la guerra de África hay una dudosa batalla que se llama Dar Akoba donde la unidad que mandaba Mola masacró a muchos marroquíes. A pesar de matar muchos moros no le valoraron tanto como a Franco: este es el problema de este señor. Su momento favorito de la historia es esa batalla, al punto de que ordena que se use Dar Akoba como contraseña de las fuerzas nacionales del Norte que se acercan a Arenas de San Pedro a encontrarse con el ejército que subía de África. Este nombre-contraseña figura en un papel secreto que encontré en el archivo militar de Ávila, o bien porque lo designara el general o porque lo eligiera alguno de sus subordinados con el ánimo de complacerle.

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