miércoles, 6 de marzo de 2019

Fútbolcojones.

De pequeño jugué al fútbol, aunque nunca tuve un balón de reglamento. Costaban más de mil pesetas, cuando mi padre a lo mejor no ganaba ni diez mil al mes.
Entrenaba en el corral de mi casa jugando solo, con un balón de goma pinchado. Me inventaba jugadas y metía goles en la puerta del pajar. A veces hasta me las narraba radiofónicamente, pensando que estaba en las eras, o que era un jugador del Atlético de Madrid.

Donde más jugué al fútbol fue en las eras de mi pueblo. Jugábamos en otoño, invierno y, sobre todo en primavera, después de la escuela, cuando alargaban las tardes con el cambio horario.

En verano no podíamos jugar porque las eras se empleaban para trillar. Yo pensaba que tampoco se jugaba la liga porque también trillaban en los estadios.




Cuando a los 13 años fui a vivir a Ávila, me di cuenta de que era muy mal futbolista. Luego he jugado con los amigos en el pueblo hasta los 20 años. Éramos, no por mí, sino por mis compañeros, los mejores de mi pueblo. Creo que el último partido improvisado que jugué en unas fiestas de mi pueblo, un joven mayor que yo, me quitó el balón y le hice falta, entonces cayó mal y se hizo daño en la mano. Me duele todavía porque me dijeron después que tuvo que llevar escayola. Cuando me acuerdo, como ahora, pienso si a ese hombre le dolerá el brazo cuando haya revuelta metereológica, (la verdad es que no me gusta pensar en ello, pero os lo escribo por hacer algo de contrición).

una foto de ese día: yo soy el del pantalón rojo que toca la hierba con los dedos 

Aborrezco todo lo que rodea al fútbol: los dineros, las apuestas, las banderas, los cánticos, el nacionalismo, la violencia, el machismo, el odio, la guerra...,  la conmoción nacional.

Es frecuente oír a los futbolistas, "nos dejamos la piel en el campo", "tenemos que luchar a muerte por nuestros colores"; sí, a muerte, dicen.  Ayer ha caído definitivamente en desgracia el último entrenador del Real Madrid, un argentino que habla bien (faltaría más)  pero lo que dijo cuando debutó y jugaban contra un equipo de ínfima división es "hay que echarle más cojones".
¡Qué horrible!

Los cojones son muy malos para el fútbol; cualquiera que haya jugado mucho menos que yo ha recibido balonazos ahí: duelen "de cojones", verdaderamente.

Creo que el hecho de que por ser un deporte barato, machista y universal, los nacionalismos y el dinero más obsceno se han apoderado de él definitivamente, para que no sea más un juego de jugar, sino un juego de millones y de cojones.

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