miércoles, 27 de marzo de 2019

Mi expiación


Hoy, que el presidente mejicano López Obrador ha exigido (en idioma español, qué contradicción) que los españoles le pidamos perdón por lo que hicimos con ellos hace 500 años, quiero aprovechar para pedirlo yo:
1.- En primer lugar a la mitad de la humanidad femenina, antepasadas mías, a quienes mis antepasados varones desde que bajamos de los árboles y comenzamos a andar erguidos, sometieron y en muchos casos, y no siempre en tiempos de guerra, violaron . Yo me reconozco con pesar, haber sido fruto de miles de violaciones y en mi calidad de beneficiado por esos espermatozoides invasores que con violencia o intimidación fecundaron los pacíficos óvulos femeninos causantes de mi historia, quiero dedicar un silencioso renglón de puntos suspensivos para lamentar ese dolor, esa rabia, partos con dolor incluidos que, como varón, nunca sentiré:
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Quiero pedir perdón a mis antepasados vetones, por olvidar su lengua al aprender el latín. A mis antepasados latinos quiero pedirles perdón por no hablar exactamente su lengua porque alguna palabra autóctona se quedó para enturbiar su hermosa lengua. Pido perdón a mis antepasados visigodos, suevos, alanos y vándalos, por despreciar casi toda su lengua en beneficio de la derivada del latín que seguimos hablando en esta península a pesar de las invasiones. Lo mismo les digo a mis antepasados musulmanes: árabes y norteafricanos, de quienes tampoco tomé su religión, pero sí muchas palabras que empiezan por “al”. Supongo que les será doloroso que no haya rezado nunca mirando a la Meca y que me guste tanto el jamón.
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Quiero pedir perdón a todos mis parientes y antepasados judíos, por el mal trato y la expulsión de 1492 y porque me guste no solo el cerdo, sino también los langostinos (aunque solo acostumbre a comerlos en navidad).
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Quiero pedir perdón, por fin a todos los americanos del centro y del sur por imponerles mi lengua, llevarles mis caballos, mi trigo, mi café y por tomarles prestadas muchas más cosas como el maíz, el tomate, el pimiento, la patata... Quiero pedirles perdón por acabar por la fuerza con sus folclóricos sacrificios humanos, y por llenarles las ciudades de iglesias, palacios y casas coloniales. Sobre todo les pido perdón por haberles llevado la guitarra, ese ruidoso instrumento; tan adictivo que mi madre considera que de no haberse cruzado sus entretenimientos en mi camino adolescente hoy a lo mejor sería yo el juez que estuviera juzgando a los catalanes del procés y no un funcionario interino en Candelario.
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Quiero pedir perdón a los moriscos que expulsó Felipe III en 1603 hacia África; a todos los judíos conversos, a todos los protestantes y anglicanos con los que peleamos los españoles en el siglo XVI.
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Quiero pedir perdón a los romanos por el Saqueo de Roma que hicieron las tropas imperiales de Carlos V. También pido perdón a los franceses muertos en la batalla de Pavía y en la de San Quintín, a los turcos masacrados en la batalla de Lepanto y, ¿por qué no? a los holandeses de Breda, solo recordados por el cuadro de Velázquez, (les pido también perdón por la usurpación de su privacidad y sus derechos de imagen para este cuadro que seguramente la corte española no abonó en su día).
Quiero pedir perdón a los aragoneses por la ejecución de Lanuza, justicia mayor de Aragón, a los valencianos por la represión de las Germanías, a los catalanes por la guerra y ejecuciones que les hizo el conde-duque de Olivares.
Quiero pedir perdón a todos los europeos que generosamente vinieron a luchar y a morir a primeros del siglo XVIII en la guerra de Sucesión española para ver si imponían un “Austria” o un “Borbón”.
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Quiero pedir perdón a todos los franceses y tropas mercenarias al servicio de Napoleón que murieron en las batallas o en las emboscadas que sufrieron mientras nos invadían para saquear y destruir nuestras riquezas y traernos el progreso de su revolución.
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Quiero pedir perdón a todos los carlistas que mataron los isabelinos en las numerosas guerras civiles del siglo XIX.
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Quiero pedir perdón a los norteamericanos por la voladura del Maine en el puerto de la Habana, que les sirvió de pretexto para hacernos la guerra y hundirnos toda la flota en el puerto de Santiago de Cuba.
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Quiero pedir perdón a los cubanos y puertorriqueños, por no haberles vendido a los de USA por unos cuantos millones como hizo Rusia con Alaska y empecinarnos en hacer la guerra que tantos muertos y deprimidos nos dejó.
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Quiero pedir perdón sinceramente, directamente, a los marroquíes que matara o hiriera mi abuelo Joaquín Mayo Velayos en esa guerra estúpida que les hacíamos hace aproximadamente cien años. 


 así de entero y de guapetón (es el del bigote), llegó a África
después del padecimiento que sufrió al estar sitiado unos días en una loma sin agua se quedó así de delgado

Sobre la guerra civil no pido perdón. Mi abuelo Joaquín no pudo participar porque era viejo y mi abuelo Baldomero, como tenía dos hijas y un hijo, la pasó en retaguardia, a veces custodiando prisioneros, pero estoy seguro de que, buena persona y además votante del Frente Popular como fue, trataría lo mejor que pudiera a esa gente. 

Quiero pedir perdón a todos los que no he recordado por no saber la suficiente historia.
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PD. No puedo pedir perdón por el oro o la plata expoliados por mis antepasados. En mi casa no existen joyas de familia. No heredamos nada, así que  la plata de América se la gastarían los reyes Austrias en esas guerras del religión del siglo XVI o nos lo quitarían los napoleónicos entre tantas cosas que saquearon a primeros del siglo XIX. Me da igual ese metal; lo que más me molesta de estos saqueos de los franceses es que se llevaran El matrimonio Arnolfini de Van Eyc, total para terminar en la National Gallery de Londres, con la buena compañía que volvería a hacer al Descendimiento de Van Der Weyden y al Jardín de las Delicias de El Bosco. A ver si se pone de moda el perdón y nos lo devuelven


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