Esta expresión polisémica la conocí
plenamente el viernes 7 de noviembre de 2014 en el teatro Juan Del Encina de
Salamanca. Se trata de una obra de ese título: “El mágico prodigioso”,
desconocedor de ella: la impresión del prodigio de aquella poesía dramatizada
raya lo sobrenatural, lo increíble y, ofuscado, encantado, ése es el predicado
que se me puede ocurrir aplicar a su artífice Pedro Calderón de la Barca:
mágico y prodigioso.
Una obra muy bien recitada e interpretada con briosa delicadeza
por siete mujeres ilustradas, polivalentes y polifacéticas, que no importa que
hagan, casi todas, papeles de varones, porque uno se olvida enseguida de este
nimio detalle; los personajes de Calderón son, en muchos casos, arquetipos
morales: trascienden la carne y el
hueso, así que igual da quien los encarne, fueran mujeres, negros, chinos o
extraterrestres, (los que el autor sitúa en la Antioquía del siglo tercero
antes de Cristo, un tiempo y lugar tan remotos como cualquier otro) resultarían
igual de creíbles/increíbles si estuvieran bien recitados en español, porque
hay mucha música, sólo de las alturas de nuestro idioma, en lo que Calderón
escribió.
Y así fue: transcendencia, filosofía,
teología, redención y -sobre todo- mucho libre albedrío postridentino.
Magnífico, “primum inter pares” el papel del
diablo/diablesa: la perturbación, la perversión del bien, la sibilina captura
para el redil infernal a través de la fascinación de la soberbia de razón, que
el maligno, engatusa, enrevesa, precipita y atrae a sí, a un filósofo,
que queda desdibujado al dejarse apresar gracias al amor terrenal. Ese
personaje, que tanto nos encanta al principio por su hábil discurrir, termina
desorientado, como un barco de velas desarbolado, como un pelele desesperando a
quien sólo el omnipotente dios, gracias al amor divino, podrá redimir.
Uno se queda, uno se quedó, con ganas de leer
la obra, de paladear las figuras poéticas y repetirse la música de sus décimas,
lentamente, para aprehender aquello que fue tan fascinante, fugaz e inasible en
1637, como en 2014. La confusión cuasidiabólica que el arte dibuja en el
espectador, que trata de abrir los ojos y las orejas a la magia que discurre.
La compañía se llama Primas de riesgo, por si
se os presentan en alguna parte.
PD Al terminar, salimos a las calles de la enhechizadora
ciudad, y posé la cámara donde pude para recoger estas imágenes.
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