viernes, 28 de noviembre de 2014

El apocalipsis de los escaparates ciuidadanos

De niño vivía yo en un pueblo cuyas escasas tiendas no tenían escaparate y cuando me llevaban a la ciudad, aquello era una maravilla: ver cosas nuevas detrás de un cristalón de casi todas las casas. Como a todos los muchachos de pueblo, mis padres tenían que tirar fuertemente de mi brazo para que pasara de las tiendas de juguetes. A finales de los 70 fui a vivir a la ciudad de Ávila; entonces mucha gente paseaba por el centro, mayormente para ver escaparates. Los peatones se paraban  en ellos para curiosear, para inmiscuirse voluntariamente en la sociedad de consumo dejándose tentar. También las luces de los establecimientos iluminaban las calles por las noches y hacían el paseo ciudadano más hospitalario y seguro. Mi novia y yo hemos mirado mucho los escaparates de Ávila. Como curiosidad de hace años añadiré que una amiga suya hizo un curso de "escaparatismo", que es el arte de ordenar y realzar un escaparate, se ve que antes hasta existía esa profesión.
Años después, hacia los 90, los comerciantes abulenses promovieron una original protesta contra la implantación del PRYCA: apagaron los escaparates por la noche para dejar en evidencia lo que iba a suponer para el comercio local y para el ambiente urbano, el permitir esa macroinstalación. No perseveraron; se les tachaba de apocalípticos y tampoco hubo unidad entre ellos. Pero, poco a poco, fueron cayendo en su previsión y el centro se fue despojando de ferreterías, de tiendas de iluminación, de tiendas de comestibles, de casi todo. Ahora hay algunos restaurantes, alguna franquicia de tiendas de ropa, un kiosko a medio cerrar, joyerías, y quizá algún ultramarinos transformado en tienda "delicatessen"...
Hoy en todas las ciudades, hasta en Roma lo he visto, hay miles de locales comerciales en oferta, con los escaparates hueros y oscuros. Ahora " la madre de todos los escaparates" es la pantalla que estamos mirando tú y yo.

Los comerciantes que tenían un local comercial, que daba vida a una ciudad, a un barrio, están cerrando, tampoco hay casi bares, ni tiendas de fotografía, ni de libros, no digamos de discos..., hasta las sucursales bancarias escasean. Mucha gente hace tiempo está empezando a comprar directamente por internet, que se lo llevan a casa. Los locales, que en otro tiempo rentaban grandes cantidades a sus propietarios, se cierran, y sus rentistas, -había gente que vivía sólo de ello porque habían heredado o habían invertido en un buen local-,  se arruinan. También dejan de pagar impuestos, porque aquellos contratos tenían que ser en "blanco" y no podían librarse de contribuir.
Muchos locales comerciales, -en todos los edificios la planta baja se ha reservado para estos fines-, nunca se van a abrir; como los que se están cerrando, serán almacenes o trasteros, o directamente nidos de ratas.
Pues eso, las ratas ocuparán las ciudades sin que nadie las mate, ni siquiera las importune. El final de este artículo parecerá demasiado apocalíptico -y creo que lo es: traer a colación  una ciudad romana abandonada en la Mancha que se llama Segóbriga- pero no tengo aquí  fotos de escaparates vacíos o tapiados que poner para ilustrar un poco el texto.
PD Aunque seguro que los romanos no construyeron esta ciudad para que se quedara así, perdida en el campo, por falta de uso ciudadano.




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